21 de mayo de 2016

Esta vilipendiada y maltratada Camboya

Phnom Penh, Camboya, 21 de mayo de 2016


El espectáculo de la basura enfrente del hotel es un ejemplo de cómo están las calles y las carreteras de este país. A última hora de la tarde se vacía la basura procedente del barrio del templo budista. Bolsas de basura, contenido de los cubos... todo va al mismo montón hasta que por la noche la recogen. Hoy había un hombre, occidental, que removía los desperdicios y metía en un saco las latas y las botellas de plástico, tendría unos cuarenta años, llevaba las piernas tatuadas ¿un convertido a parte de las enseñanzas de Buda sobre la vida sin lujo? ¿Alguna ONG local que saca dinero de ello? Me llamó la atención.

La riqueza de la Silver Pagoda y el Palacio Real son un insultante contraste con la miseria de Camboya. Delante de cada imagen de Buda o de los dioses que el budismo de la zona heredó del hinduismo hay un recipiente donde la gente pone dinero, en los alrededores críos pequeños venden baratijas a los turistas, a la hora en que los colegios están abiertos muchos trabajan en los puestos de la calle o piden limosna como aquella niña de unos tres años, primera imagen que vimos al cruzar la frontera. Se me revuelven las tripas y algo me duele en mi interior a la vez que la indignación me sale sin proponérmelo por la boca y por la mirada. La efigie del rey preside la plaza donde se ubican el palacio y la pagoda. El corrupto primer ministro disfruta su riqueza económica mientras su propia vida personal e íntima no puede ser más miserable, ni siquiera en sus últimos días, cuando le llegue el momento de la muerte sufrirá la visión de la realidad, una vida perdida, equivocada, vacía, dañina, asesina. Los edificios del recinto dejan de interesarme, únicamente presto algo de atención a las pinturas murales que cuentan la historia del Ramayana.

Éste es mi último día en Camboya, un país que, por la amabilidad y sencillez de la gente, sus circunstancias y muy posiblemente por la lectura exhaustiva de su historia y de su situación actual a la que ya me he referido en mi post anterior, se me ha metido dentro y al que he cogido cariño en estos pocos días. Esto, más que Angkor, los edificios turísticos y las danzas típicas que disfrutamos anoche, es lo que me llevo de él.












































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