1 de marzo de 2016

Vida cotidiana en el lago Okareka

Lago Okareka, Nueva Zelanda,1 de marzo de 2016


Llueve sin parar desde hace dos noches. Primero fue el repiqueteo del agua sobre la tienda, después la luz metálica del amanecer sobre el lago, las colinas del fondo envueltas en hilachos de niebla que a lo largo de la mañana formaron una tenue cortina de tul. Las tiendas, los campers, el griterio de niños y adolescentes que el día anterior, domingo, llenaban el camping habían desaparecido, estábamos solos. Al mediodía dejamos la tienda y nos refugiamos, de la lluvia suave que aun caía, bajo el tejado del abrigo que la mayoría de estos campings tienen para cocinar y comer. Campers y furgonetas comenzaron a llegar, al fin y al cabo, llueva o no, la gente viaja y tiene que parar en algún sitio. Ha sido un acierto comprar los utensilios para poder cocinar y disfrutar de la comida casera, hoy comemos un arroz con salchichas y tomate y cenaremos calabacines. Llueve pero no diluvia, me pongo el chubasquero, Alberto coge el paraguas y nos vamos a dar un corto paseo por el bosque que rodea el lago, no saco la cámara del macuto al principio,  me apetece pasear mirando esta maravilla de vegetación, colores, tonos  que hoy con la luz de una tarde encapotada son aún más bonitos, pero al final no me resisto a llevarme un poquito de esta maravilla de musgos, flores, troncos y líquenes y guardarlos en mi post para posibles recuerdos futuros. Volvemos empapados, la lluvia cae ahora con fuerza. Leemos un rato bajo el tejado del abrigo, ya se nos van consumiendo las últimas cargas de las baterías; los pocos kilómetros que hacemos estos días no dan para cargar todo. Le digo a Alberto que la próxima vez que salgamos de Madrid meto un buen tocho de libro de papel en el fondo del macuto. Es de noche, acostados ya en la tienda Alberto lee a Saramago y yo escucho a la contralto Enfje Hynes, dudo ahora de la grafía del nombre, una cantante holandesa que falleció hace poco y que descubro ahora gracias al programa Ars Canendi, de Radio Clásica; interpreta lieders  de Schubert, parte de una rapsodia  de Brahms y un fragmento del final del Orfeo de Gluck, una de las óperas que más me emocionan, en este caso la parte en la que Orfeo se lamenta de la pérdida de Euridice.

Por la noche se levanta algo de viento, no se le oye pero tiene la fuerza suficiente para que las tranquilas aguas del lago se alboroten y parezca que estamos a la orilla de un mar tranquilo. Las pequeñas olas nos mecen mientras nos dormimos.

Ahora, por la mañana, el cielo sigue encapotado, el viento aumenta y nosotros continuaremos hacia el norte, tenemos todavía una semana disponible antes de llegar a Auckland.















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