24 de marzo de 2016

El particular cielo de Australia en compañía de Kerouak

En un punto de la Stuart Highway, Australia Meridional,  22 de marzo de 2016


Nunca vi un cielo como el de Australia. Las nubes parecen estar talladas por un cincel en mano de uno de los ancestros de los aborígenes creadores del mundo. La carretera Stuart que une Port Augusta con Alice Springs y que luego continúa hacia el norte está jalonada por unas tierras rojizas en las que durante los primeros cientos de kilómetros nacen pequeños arbustos e incluso algún lago ameniza el paisaje. Es hermosa, como tantas veces lo es el desierto, sea de arena, de piedra o, como en este caso de un terreno pintado de bermellón y verdes unas veces apagados y otras relucientes. La Stuart Highway corre a lo largo de más de tres mil kilómetros en línea recta. De vez en cuando las áreas de descanso proporcionan una mesa bajo techado que amortigua el calor del sol, un gran recipiente de piedra para la basura y en ocasiones tanques de cuyo grifo sale un pequeño chorrito de agua. Cadáveres de canguros aplastados inevitablemente por los vehículos jalonan u ocupan el centro de la carretera, los cuervos devoran sus restos hasta que no quedan más que unos cuantos huesos en un pequeño trozo de piel.

En el área donde dormimos anoche aún había algunos árboles, el viento levantaba el polvo rojizo de la tierra pero no podía con las moscas que por centenares nos rodean nada más bajar del coche revoloteando y posándose sobre cara, manos y toda aquella parte del cuerpo que esté libre de ropa. Es cuestión de intentar acostumbrarse, comer deprisa y refugiarse en el coche o en la tienda.
Hacemos jornadas de unos cuatrocientos kilómetros o más de coche mientras admiramos el paisaje, dejamos libre a la mente, leemos a Kerouak o escuchamos algo de música. Al atardecer ponemos la tienda, las moscas duermen y a los mosquitos les combatimos con el repelente.

Vamos camino de Uluru, la roca sagrada de los aborígenes que se ilumina radiante en el amanecer y en el atardecer. Mide unos trescientos metros de altura pero desaconsejan su subida por respeto a las creencias y la historia de los aborígenes, daremos un paseo rodeándola. Cerca de Alice Springs, la capital que recibió el nombre de la mujer del primer telegrafista que trabajó allí a finales del siglo XIX, hay también otras posibilidades para caminar, el Kings Canyon y alguna de las etapas del Larapinta Track en las montañas McDonald.

Mientras tanto Sal y Dean y el resto de los trotacarreteras de En el camino, la novela de Kerouak, siguen comiéndose los kilómetros de las carreteras estadounidenses entre risas, enfados, alcohol, marihuana... a los salvajes ciento treinta kilómetros por hora de los años cuarenta. El narrador en primera persona que es el mismo Sal derrocha poesía en muchos momentos de la narración describiendo  cinematográficamente el paisaje, los ambientes y las sensaciones y sentimientos que ellos producen en su ánimo; Dean, el loco de Dean, brinca, ríe, decide lo que hay que hacer y se pone el mundo por montera, borracho perdido o totalmente en sus precarios cabales. La lectura de En el camino es una primicia de lo que puede ser el viaje por Estados Unidos, los lugares que recorrer, las inmensas planicies, los cañones, las noches de las ciudades iluminadas por las luces de neón y todos esos lugares conocidos a través del cine y la literatura: Río Grande, Nueva Orleans, El Paso, Juárez, los paisajes de las películas de John Ford, los ambientes en los que se movían Lauren Bacall y Humphrey Bogart, las calles polvorientas en la oscuridad de Sed de mal... Ya sabemos lo que representa Estados Unidos en la historia y en la actualidad política y económicamente, y en sus desmanes y crímenes cuando echa la zarpa sobre un país que contraría sus intereses, pero a su cine, a su música y a su literatura les debemos horas y horas, un buen tiempo de nuestra vida lleno de placer y de belleza.

Un camino a la izquierda de la carretera y ya tenemos donde reposar, cenar y dormir. La luna está preciosa sobre el campo rojo en el que los pequeños arbustos se agrupan en una hondonada formando un pequeño jardín. Al fondo, en la carretera, los Road Trains circularán durante toda la noche llevándose por delante algunos canguros despistados por las luces del vehículo. Estos Road Trains son camiones que arrastran tres grandes remolques. Ayer, cuando ya era noche cerrada, uno de esos mastodontes entró en el área de servicio en la que estábamos preparándonos para dormir, la luna, las estrellas y las luces del camión formaron un bonito espectáculo cuando al girar ciento ochenta grados para entrar en el área sólo se veía el movimiento de las luces que jalonaban los remolques.


















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