22 de noviembre de 2015

Taipei y el Parque Nacional Yangmingshan

Taipei, Taiwan, 22 de noviembre de 2015


En mi último post sólo iban fotos, eran las de un paseo por el parque del Palacio Imperial de Tokio y otro por el Rikugi-en. Era el otoño, ahora es el verano y de un país continental hemos pasado en poco más de dos horas de vuelo a uno subtropical. Las hojas amarillas, tostadas o granates, los árboles medio desnudos han sido sustituidos por variados tonos de verdes, frutos rojos y azules, hongos nacidos en las cortezas de los árboles y una vegetación exuberante. La ciudad de Taipei está prácticamente unida al Parque Nacional de Yangmingshan, extenso, con altitudes de más de mil metros, cercano al mar y diferente según la zona por la que se camine. En la subida al pico Qixint era la vegetación, el descenso fue el descubrimiento inesperado de las fumarolas volcánicas, rocas aún calientes, un ambiente impregnado de niebla y de humo desprendiéndose de la tierra. Ahora ya no era la sensualidad de un bosque que rodea al caminante y le ofrece sus encantos gratuitamente, ahora era la austeridad de un paisaje en el que debes abrir los ojos para descubrir los diversos y elegantes tonos y texturas de las piedras, rocas y tierra volcánica.

Hace un par de días, al salir del Museo de las Religiones del Mundo en Taipei, pensé escribir algo sobre el bien y el mal, dos  conceptos presentes en todas las religiones, pero pasa el tiempo y los días son tan variados y tan intensos... No sólo fue este tema el que me surgió a partir de la visita a este museo, también, quizá por sus características en las que la intimidad, la iluminación y la disposición de lo expuesto propiciaban una visión más profunda que histórica del tema religioso, fue la posibilidad de ejercer la tolerancia y el respeto con la ayuda de un conocimiento del hecho religioso tan necesario para no confundirnos ni crear más problemas en este tiempo que vivimos.

Antes habíamos visitado el Longshan Temple. Como en otras ocasiones una multitud deambulaba por el recinto encendiendo las varillas de incienso, ofreciendo flores, frutas y otros alimentos e inclinándose ante los altares unas veces en actitud concentrada y otras como quien tiene el tiempo justo para saludar a todos y cada uno de los dioses, reverencia aquí, reverencia allá.































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