5 de septiembre de 2015

Xinaliq, la aldea más remota de Azerbaiyán

 Baku, Azerbaiyán, 5 de septiembre de 2015


Escribo sentada en la cama, con las piernas estiradas, disfrutando del fresquito que proporciona el aire acondicionado en una habitación de hotel amplia con baño privado, ducha con mampara, dos balcones, una salita de estar... tiempo ha que no disfrutábamos de tanto lujo a la vez. Está claro que ya no estamos en Xinaliq, hemos vuelto a Baku y por el mismo precio que pagamos en el apartamento de nuestra absorbente, ineducada y pegadiza hotelera anterior (ver último post) hemos encontrado lo que necesitábamos para un descanso mientras esperamos la visa de Uzbekistán.
El recorrido que pensábamos hacer desde Xinaliq a Laza, a través de las montañas se quedó en un paseo de algo más de una hora. Cosas de la política.

En Quba, nada más bajar del autobús contratamos dos plazas en un taxi compartido para ir a Xinaliq. Embutidos en el asiento de atrás íbamos un hombre, tres niños y nosotros. La pista hasta Xinaliq es estrecha, con mal firme y va cogiendo altura a lo largo de unos cincuenta kilómetros valle arriba hasta los dos mil trescientos metros. El conductor debía de pensar que la carretera era suya, nadie iba a venir en sentido contrario y de  curvas y precipicios nada, "cargaba" (sí, cargaba) con nosotros a una velocidad con la que podría haberse llevado un buen susto incluso conduciendo por La Mancha.
Hubo suerte y llegamos sanos y salvos a la aldea.

El recorrido hasta las cercanías de Xinaliq es bellísimo, bosques y desfiladeros, el río metros y metros por debajo de la pista pero el paisaje que encontramos arriba era otra cosa, las cumbres aparecían ralas, secas y sin el atractivo que proporcionan los picos y los valles escarpados. No importaba, el trayecto a través de la montaña hasta la aldea de Laza estaba descrito en la guía como algo prometedor.

Xinaliq es una aldea situada a 2300 metros, de origen antiquísimo, con una lengua propia procedente del norte del Cáucaso y superviviente en sus costumbres y estilo de vida a las invasiones que ha sufrido Azerbaiyán a lo largo de su historia.

Nos hospedamos en la casa de Rauf, su mujer y sus dos hijos. Allí estaba también Thomas, un joven húngaro que viajaba por Azerbaiyán y que al saber ruso nos pudo ayudar en la comunicación con Rauf y con algún otro vecino de la aldea. Fue una estancia corta pero la familiaridad con que nos trataron, su sencillez y su alegría la hicieron muy agradable.

Las posibilidades de hacer el recorrido que habíamos pensado iban disminuyendo a medida que Rauf, el arriero del pueblo y otro par de vecinos nos explicaban la situación. Xinaliq está situado cerca de la frontera entre Azerbaiyán y Rusia. Las relaciones entre los dos países no son buenas y la zona fronteriza, nos decían, es difícil de pasar a no ser que se vaya con un guía de la zona. El asunto no estaba claro, que si tres días en lugar de las diez o doce horas que indicaba la guía, que si seis horas a caballo (cosa que a pesar de los razonamientos de Alberto sobre mi capacidad para montar un cuadrúpedo tal como ya lo hice sobre un camello no iba conmigo), que si los perros peligrosos, que si 150 manas por caballo... hasta que Rauf nos dijo que con los pasaportes podríamos pasar sin problemas. Así que decidimos darnos un paseo hasta ver el comienzo del camino a tomar la mañana siguiente. Valle arriba, no muy lejos lo que nos encontramos fue una garita, una barrera y dos guapetones soldados que con gestos y un par de palabras en inglés nos dijeron que nanay, que close, que de pasar nada.

De vuelta en casa de Rauf dudamos entre volver a Baku o regresar a Quba, coger dos autobuses y un taxi, encontrar otra familia que diera aposento en Laza y probar si se podía caminar a partir de allí en dirección a Xinaliq. Por la mañana decidimos volver a Baku, descansar y en todo caso darnos una vuelta por alguna zona cercana. A las seis de la mañana el mismo taxista que nos había "cargado" hasta Xinaliq nos "llevó" (esta vez sólo éramos tres, Thomas y nosotros) hasta la estación de autobuses de Quba. Un cielo estrellado, una despedida afectuosa y un bonito amanecer al fondo de la pista fueron el final de nuestra corta estancia en Xinaliq.









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