19 de septiembre de 2015

Khiva, Bukhara y Samarcanda. Adiós a Uzbekistán

Samarkanda, Uzbekistán. 19 de septiembre


Mañana dejamos Uzbekistán, un país de contrastes. Uno, el régimen político, la organización del país, una entrada poco agradable entre polis y controles, timo en el primer hotel, recibos de registros en los hoteles. Dos, la agradable vida diaria y el contacto con la gente.

Khiva tiene una Ciudad Vieja interesante por sus edificios pero preparada descaradamente para el turismo, desde las restauraciones, lógicas en gran parte por los destrozos causados tanto por los soviéticos como por invasiones anteriores, hasta los absurdos precios de entrada a los monumentos.
En Bukhara los edificios históricos están más repartidos y la ciudad es más amigable. El hotel donde nos albergamos es un bello edificio del siglo XIX. Las habitaciones dan a una terraza circular y la decoración está cuidada. Dado que, al menos para los no expertos o estudiosos de la arquitectura sasánida, las características de los edificios y su decoración son repetitivos, lo más interesante de nuestro recorrido por la ciudad fue la exposición de unas buenísimas fotografías que encontramos por casualidad; el autor, Shavkat Boltaev, es alguien reconocido a nivel internacional.

El viaje desde Bukhara a Samarkanda lo hicimos en taxi, parece que es la opción más utilizada en este país y no es cara. La salida de Bukhara es fea. Las viviendas son todas iguales, casas bajas unas pegadas a otras con fachadas de cemento visto y distribuidas en hilera a ambos lados de la carretera. En los centros urbanos de las ciudades de los países exsoviéticos por los que hemos pasado en este viaje hay edificios más modernos, incluso construcciones de alto valor artístico, pero el extrarradio sigue en su mayor parte la herencia de la época soviética en la que con poco dinero se construían casas para todos, viviendas que parecen cajas de cerillas apiladas. Pero las razones de esta utilización de lo barato y práctico frente a lo mínimamente bello no era sólo una cuestión económica, véanse las viviendas de muchos pueblos o aldeas africanas, era también el desprecio por la creación individual como algo representativo de lo burgués  y la represión sufrida por todo artista que se saliera de la norma del sistema.

Más adelante, la carretera está flanqueada por campos de algodón, cientos de campesinos están trabajando en su recolección. El algodón ya se cultivaba de forma bastante extensa desde casi el principio de la historia del territorio que actualmente ocupa Uzbekistán, pero los soviéticos con su sistema de reparto de la producción económica lo hicieron extensivo. De aquí surgieron dos problemas, la desecación de la mayor parte del lago Aral y el descontento de los campesinos por la colectivización de las tierras, descontento que se mantuvo durante muchos años y explotó en las revueltas de la segunda mitad del siglo pasado.

Obviemos la sangrienta represión de la época estalinista y cerremos los males de la ocupación soviética. Recordemos que también hubo cosas positivas, la extensión de la enseñanza, la alfabetización casi al completo, la incorporación de la mujer al trabajo fuera de casa y por tanto una mayor facilidad para emanciparse, las estructuras económicas creadas, todo ello es fundamental en la evolución de este país. La lástima es que más de veinte años después de la independencia el sistema de gobierno sea una dictadura encubierta.

De Bukhara a Samarkanda un tranquilo viaje en tren con zumos y bollitos repartidos por un azafato. Samarkanda repite aumentadas las características de Bukhara. Nos bastó un día para recorrer la parte turística. Hoy, que por cierto llovía por segunda vez en el viaje, la anterior fueron cuatro gotas en Dilijan, Armenia, nos fuimos a un bazar no turístico en las afueras, indicación del dueño del hotel, a comprar la ropa necesaria para el cambio de tiempo que está llegando y el que nos espera en las montañas de Tayikistán. La verdad es que una de las cosas que más me gusta de los viajes es esto que hemos hecho hoy , pasear por una zona alejada del turismo, relacionarnos con los vendedores del bazar, discutir amigablemente los precios, echar unas risas e incluso posar para una foto que el dueño de una de las tiendas se quiso hacer con nosotros. Después, comida en un chiringuito en frente del bazar y a casa a escribir y aclararnos con el paso a Tayikistán. Los dueños del hotel no pueden ser más amigables y competentes, si además te encuentras con un patio precioso donde poder estar, ya que la habitación no tiene ventana, única pega sin importancia teniendo en cuenta lo positivo del resto, para qué queremos más. Entre tés, uvas de sus parras, sonrisas e información de lo que debemos pagar por taxis, dónde encontrar un banco que nos dé dólares (un país con apenas bancos)... estamos encantados, ojalá siempre tuviéramos esta suerte. Y más suerte porque en el hotel nos dicen que el paso de la frontera que íbamos a utilizar mañana está cerrado, podíamos habernos presentado allí después de haber cogido una o dos marshrutkas y tener que desandar el camino. Y es que nuestra guía es de hace unos años y Uzbekistán cierra y abre sus fronteras con los países limítrofes en ocasiones diferentes de acuerdo a cómo marchan las relaciones con ellos. Así que mañana viaje a la frontera cercana a Tashkent y después veremos, Tayikistán parece un poco difícil en cuanto a transporte público.

Me voy de Uzbekistán con un constipado como no lo tenía desde que dejé de trabajar, y es que esto de viajar no deja de ser un curro.

Imágenes:
Las diez primeras son de Bukhara, el resto de Samarcanda, al final el mausoleo de Tamerlán























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