27 de septiembre de 2015

Espléndido trayecto de Dushanbe a Khorog.

Khorog, Tayikistán. 27 de septiembre.


Esperando para salir hacia Khorog. Habíamos quedado con Nafas a las siete de la mañana. Ahora faltan dos viajeros más para completar el todo terreno y salir. Llovizna. Nos espera un mínimo de quince o dieciséis horas de viaje por malas carreteras para recorrer algo más de quinientos kilómetros.

Estamos cansados, hay momentos en los viajes en que se produce un bajón y se entra en una sensación de vacío. Lo notaba estos días en Dushanbe, me voy sin haber visto una mezquita, sin haber entrado en ningún museo. Paseamos, sacamos el permiso para ir a la zona del Pamir, leemos, poco más. Esa falta de interés por una ciudad, sus lugares históricos, el moverse por ella sin más, salvo en alguna breve ocasión cuando comes en medio del jolgorio de un día de fiesta en un parque de atracciones junto al río, y el pensar en el próximo destino como un lugar al que te lleva la inercia del viaje, todo ello son síntomas de ese cansancio.

Anoche tras una breve conversación por whatsapp con Diego, el viajero con el que estuvimos en Batumi, surgió la posibilidad de ir a Nepal. Barajamos el asunto teniendo en cuenta que el visado de China se nos acaba el uno de diciembre, el clima, los precios de algún vuelo posible. Esos instantes renuevan un poco el ánimo viajero y, aunque la sensación de cansancio no desaparece, hay un pequeño soplo de aire fresco que alivia. Es normal, sucede de vez en cuando si el viaje es largo y más si no hay una fecha concreta de vuelta a casa. Por cierto que ayer nos reíamos cuando a una pregunta de Alberto le respondí que aquello era de cuando vivíamos en Madrid. Curiosas reacciones que salen de la forma más natural.

Nada escrito sobre el viaje de Istaravshan a Dushanbe, la carretera de grava o tierra, el polvo, la mínima relación con los viajeros, las apreturas en el coche, los pagos del taxista a los policías, el accidente del camión, unos cuantos hombres ocupándose de ayudar con la grúa, buscar una manta con la que envolver el cadáver del conductor, dirigiendo el tráfico una vez despejada la carretera ante la actitud pasiva de la policía cuyo coche fue uno de los primeros en partir, las mujeres apartadas sin separarse de los vehículos ajenas a lo que sucede en la carretera. Menos mal que Alberto recoge en su blog el relato del viaje, si no perdería el recuerdo de una de esas vivencias que dan vida al día a día del viajero. Ni siquiera tengo fotos de estos días.

Son las nueve. Ya sólo falta una persona para completar los siete asientos del coche. En cuanto esté lleno partimos.

En un diálogo de la novela de Pasternak, Doctor Zhivago, el protagonista dice a otro personaje que quiere dedicarse a la medicina general , no a la investigación; frente a la creatividad de la investigación defendida por su oponente él insiste: medicina general. La respuesta del otro es "quieres ver la vida". Me gusta la expresión, ver la vida. La vida de la gente, sus costumbres puedes conocerlas a través de los libros, las películas, los documentales pero no con la intensidad y la visión que dan los viajes, no es lo mismo el contacto diario con las personas en un medio de transporte, en un parque de atracciones como ayer, en los lugares donde comes, aunque la comunicación sea breve, mediante unas pocas palabras y gestos. Es algo que corre entre las personas, es la visión directa, palpable, difícil de explicar, como sucede con las experiencias profundamente personales o íntimas.

Nafas vuelve de pagar al tercer poli en menos de dos horas de recorrido. Su gesto es serio, lo contrario del taxista de Istaravshan que venía al coche sonriente después de haber pagado y de haber saludado humildemente al poli. Nafas protesta nada más arrancar el coche, "money money money" y nos pregunta si el permiso para Pamir también money. Es profesor de ruso pero trabaja como taxista porque, dice, en Tayikistán no hay trabajo. Nunca habíamos visto una corrupción semejante, tan en la calle y aceptada como algo inevitable y en muchos casos como algo normal.

El viaje hasta Khorog ha sido magnífico. La carretera, rudimentaria, discurre a lo largo del río Panj que sirve de frontera entre Tayikistán y Afganistán. Las montañas bordean la carretera y la tierra afgana al otro lado del río, un río de aguas blanquecinas por su origen en los más de cuatro mil metros en la Alichur Range y la cantidad de detritos que arrastra. Su cauce es ancho y el agua corre mansamente hasta llegar a las cercanías de Khorog. El blanco de la carretera, el polvo que levantaban los camiones al pasar y que permanecía volátil durante breves momentos ante nosotros, el tinte metálico del agua y los tonos ocres cubiertos a ratos por ese verde característico de las zonas volcánicas que me encanta son el punto definitivo para hacer del paisaje un escenario hermoso, de lo más bello visto hasta ahora.

Además estaba la dificultad de la pista, a veces del ancho de los enormes trailers que viajan desde y hacia China, los adelantamientos a estos monstruos de la carretera, el tráfico de los cuatro por cuatro, y los kilómetros en soledad, que también los había. La pericia de Nafas, nuestro conductor, fue fundamental para poder disfrutar de este trayecto de quince horas; estamos corriendo el París Dakar, decíamos con la adrenalina a flote. Otra cosa hubiera sido viajar en un mal coche o con un conductor alocado o menos competente, ¡bravo por Nafas!

Khorog es una calle que hace las veces de centro de la ciudad y dos barrios a ambos lados de un río, sin embargo tiene Universidad y cuentan que el nivel educativo de la población es más alto que el de otras zonas del país, lo dice la biblia viajera, así que con las veces que yerra a causa de un entusiasmo desmedido por parte del autor vaya usted a saber.

Mañana más, ocho horas por la Pamir Highway hasta Murgab, en principio tenemos conductor y coche con buen aspecto.

Imágenes:
De Dushanbe a Khorog.
Con Nafas y el resto de pasajeros.
Los dos fotógrafos.
Contraste en una gasolinera.
















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