20 de agosto de 2015

El amor a los veinte años. Hacia Armenia

Akhaltsikhe, Georgia, 19 de agosto de 2015


Estamos en Akhaltsikhe, todavía es Georgia pero está muy cerca de Armenia. De hecho nuestra casa de hoy y mañana es la de una familia armenia. Al bajar de la marshutka, como tantas veces, nos aborda un hombre ofreciéndonos un hotel. Es muy barato y nos acercaría en el coche; ya en Batumi anteayer utilizamos la misma opción y nos alojamos en casa de una familia en una especie de minibarrio dentro del centro de la ciudad. Una agrupación de viviendas de pobre construcción a la manera de las corralas, en este caso no alrededor de un patio sino formando pequeñas y estrechas callejuelas sin orden alguno. Rita es la anfitriona. Vive con su madre, una anciana simpática y cariñosa que fuma continuamente y me habla como si yo comprendiera el georgiano. Así que nos da igual que la puerta cierre gracias a un paño que la ajusta al marco o que nos hagamos la cama con las sábanas confeccionadas por Rita que encontramos en un armario.

Aquí, en la casa de Jasmin, Kristina y André han cortado el agua, un problema el agua en Georgia dice Kristina, y me ducho como de pequeña, en un balde con agua caliente que me trae Kristina. La habitación es enorme, preparada para cinco personas, todo está limpio; nos ofrecen café armenio (similar al turco) y sandía. Me gusta este ambiente.

Tres días antes, aún en Mestia, subimos al glaciar Chaladi, llegamos temprano, antes de que los grupos de turistas ocuparan la zona. El trayecto va primero por una pista desangelada cerca de la ciudad pero que se va haciendo más agradable según se va acercando al camino que lleva al glaciar. Un puente colgante de madera cruza el río y a partir de ahí un bonito sendero recorre el bosque hasta los prados y pedreras cercanos al glaciar. Es un buen espectáculo pero me parece menor que el recorrido que hicimos dos días antes por el Paso Guli hasta Mazeri.

En Mestia hemos conocido a Diego, un catalán viajero y cosmopolita que vive en Londres, tras unos años de haber estado trabajando en Hong Kong. Con él hemos pasado muy buenos ratos de conversación en Mestia y en Batumi donde también coincidimos.

En la marshutka que nos lleva a Akhaltsikhe va una pareja joven, él es alemán y ella ucraniana; están muy enamorados y pasan el viaje haciéndose cariños y abrazados a pesar del enorme calor que hace. Recuerdo a la pareja de rusos con la que coincidimos camino de Mestia. Viajábamos encogidos en la fila de atrás de una marshutka que daba brincos y me dejó las lumbares destrozadas, me admiraba por una parte la facilidad de ella para recostar su cuerpo en el asiento, benditos cartílagos veinteañeros, y la ternura y abnegación, todo hay que decirlo, de él recogiendo su cuerpo sobre sus rodillas y acogiéndola con sus brazos para aliviar los saltos de la marshutka. El amor a los veinte años, me decía yo viéndolos y recordando el título de la película de Truffaut. Y pensaba que el comienzo de una relación es bonito pero el difícil camino que se recorre a lo largo de muchos años entre dos personas que crean, construyen una convivencia y llegan a los últimos años de la vida juntos es algo muy hermoso. Algo así como el caudaloso río de aguas blancas nacido en el glaciar chocando con las rocas, salvándolas y amainando su velocidad según se aleja del lugar de su nacimiento.

20 de agosto, en el mismo sitio 

Día de curro turista a tope. Queríamos ir a Vardzia, una antigua ciudad excavada en la roca que según la Lonely era junto con el paisaje del trayecto hasta allí la maravilla de las maravillas. La biblia viajera exagera cantidad de veces. Compartimos un taxi con una pareja de italiano y georgiana y otra de jovencitos alemanes lindisima, sobre todo él, de rostro dulce y tierno y cuerpo de efebo.
Bien, dejemos al alemán y volvamos al relato del día. Pues primero un castillo en ruinas bastante decente para mí que me gustan las piedras; después la carretera hasta Vardzia, bonito pero no tanto como alababa la biblia. Hay que decir, en una posible defensa del paisaje, que eran las once de la mañana y a esa hora es muy difícil que la luz destaque la belleza de un lugar, intentamos salir antes pero no hubo acuerdo.

Las antiguas viviendas de Vardzia, y su iglesia están excavadas en la roca a una considerable altura. No hay restos en el interior de las cuevas excepto en la iglesia. Ésta si que merece la pena ser visitada. Lástima que no se pudieran fotografiar los frescos de su interior. Es una iglesia recoleta donde si no fuera por los turistas, que aparecemos todos al mismo tiempo, y por los andamios utilizados para el trabajo de restauración sería un lugar de recogimiento y relajación. La salida de la ciudad es curiosa, hay que recorrer una serie de túneles a diferentes niveles apenas iluminados.
Comimos en el restaurante del lugar y continuamos con nuestro trabajo de turistas, unos baños tipo sauna en los que ninguno quisimos bañarnos, un río y vuelta a Akhaltsikhe para coger una pista que nos llevó a un bello monasterio del siglo XI escondido en el bosque. Aquí terminó nuestro recorrido turístico. Proponían ir al castillo de Akhaltsikhe, pero ya era demasiado para nosotros. Vuelta a casa, tarde tranquila y mañana, camino de Armenia.

Necesito con urgencia días tranquilos.

Imágenes:
Glaciar Chaladi
Batumi
Vardzia





















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