11 de agosto de 2015

De Van a Yusufeli. La cruenta lucha por el poder

 De Van a Yusufeli, camino de los montes Kackar, Turquía, 6 de agosto de 2015


Hace unos días escuché en la radio un programa en el que expertos en defensa y relaciones exteriores comentaban la reforma constitucional que en Japón se ha aprobado el mes pasado en medio de protestas ciudadanas y por la que la aceptación del trabajo del primer ministro ha sufrido un bajón sustancial. El asunto es que en la constitución japonesa figura que “…la nación no dispondrá nunca de fuerzas armadas terrestres, marítimas o aéreas, ni de ningún otro tipo de potencial bélico. No se reconocerá el derecho de beligerancia del Estado” y ahora se crea una fuerza militar llamada de autodefensa. ¿Cuál es el telón de fondo? Pues el de siempre, el poder de unos Estados sobre otros. La amenaza china a la potencialidad de Estados Unidos. Añádanse a esto los conflictos en torno a algunas de las islas cercanas a ambos países, Japón y China, las bases estadounidenses en las zona, cuarenta mil efectivos en Corea por poner un ejemplo etc.

Sin buscar defender posiciones respecto a lo anterior en este momento, lo que me cuestiona es qué es lo que sucede con este género llamado humano para que continuamente, siempre, a lo largo de la historia del mundo todo haya girado en torno a la adquisición o mantenimiento de ese poder de unos países sobre otros. Uno de los comentaristas se refería a la zona en cuestión como un polvorín que podría llegar a estallar.¿Qué zonas nos van quedando libres de luchas por mantener o adquirir el dominio sobre un tercero? Basta con que echemos un vistazo al mapamundi y veremos qué poquitos lugares se libran de la violencia y cómo irresponsablemente, con  una total ignorancia de lo que es vivir y de lo que de verdad nos importa a cualquier persona y con una visión egocéntrica del yo, de la etnia, del país, del imperio se van encendiendo chispas que se aventarán en el momento más apropiado para aumentar el poder, el dominio. Ucrania, Siria, ahora Turquía...

Y basta así mismo que nos preparen sentimentalmente un poquito con unos medios científicamente probados para que nosotros mismos nos  convirtamos en violentos defensores de una u otra opción arrasando con lo que se nos ponga por delante.

En Van buscamos el museo etnográfico, no hay suerte y hace demasiado calor para empeñarse en ello. La dirección que tenemos es la que ocupaba antes de que un terremoto obligara a trasladar sus obras a otro lugar.

Hace unos veinte años estuvimos en Dogubayazit. Sólo recuerdo un par de cosas, el palacio por fuera y una noche de música y baile. El Dogubayazit polvoriento de entonces se ha convertido en una pequeña ciudad. Salimos hacia el palacio cuando aún es de noche, las alambradas que rodean los cuarteles y las viviendas de los militares ocupan una buena parte del camino. Un grupo de soldados cruza la pista procedentes de los asentamientos más alejados. Nada más pasar ante la barrera escuchamos el chasquido del seguro de la metralleta. En un lugar cercano a la frontera, con unos cuarteles tan sumamente equipados de armamento y en las circunstancias que se están viviendo en el Kurdistán estos días el acto del soldado es lógico, la noche y dos personas caminando a esas horas pueden levantar sospechas. Pero, claro, por muy lógico que sea el temor no te lo quita nadie.

El palacio de Ishek Pasha con la luz del amanecer y el paisaje desértico y desolado que le acompaña es de una belleza extraordinaria.

De Dogubayazit viajamos a Erzurum y Yusufeli, lugares de paso hacia las montañas.













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