5 de julio de 2015

Aquiles, el de los pies ligeros

Kardamyli, Grecia, 5 de julio de 2015

Llaman a la puerta de la habitación, Alberto abre y... ¡Qué estoy viendo! ¡Es Aquiles!

Alto, de blonda aunque canosa cabellera, hercúleo, con el torso desnudo mostrando su velludo pecho, de facciones duras y atractivas... Viene  con un mando en su robusta mano, dirige su mirada, cual si fuese a Hera, la diosa de níveos brazos, al aparato de aire acondicionado y habla. No me entero de nada a pesar de su suave y elocuente uso del inglés, es que no puedo retirar la mirada de esta aparición tan potente.

Percibo como si su mano se acercara a la de Alberto y depositara en ella el mando a distancia, pero dudo si lo que le ha entregado ha sido el objeto nombrado o la lanza  con la que mató a Héctor. Creo que pregunta si hemos comprendido el complicado funcionamiento del aire acondicionado. Yo, sin dejar de mirarle, subo y bajo la cabeza a pesar del dolor en las cervicales, dolor que lógicamente no siento en ese momento de elevación no sé si mística, mítica, erótica, homérica o váyase a saber.
Sonriente, se despide, y ágil como corresponde a su esencia heroica y sus alados pies traspasa con levedad la puerta y se aleja hacia su nave en el divino mar de Kardamyli.

Quirón le alimentó con fieros jabalíes, entrañas de león y médula de oso para aumentar su valentía; además, le enseñó el tiro con arco, el arte de la elocuencia y la curación de las heridas. La musa Calíope le enseñó el canto, y el profeta Calcante predijo que se le daría a escoger entre una vida corta y gloriosa o larga en años y anodina.

Aquiles, el de Kardamyli, eligió la segunda opción y aquí anda, casado no con Briseide, la de hermosas mejillas, que le fue arrebatada por Agamenón y por la que lloró amargamente sino con Stella, la de bella cintura años ha, y dueña del apartamento al que tuvo a bien arribar para mostrarnos el funcionamiento del aire acondicionado y, a mí, su genuina presencia.

Me dormí y soñé que tomaba la forma de Patroclo, linaje de Zeus, compañero amado del pedida Aquiles.

A las seis y media me desperté, recordé que íbamos a hacer un recorrido por la costa, vi a mi Aquiles partícular durmiendo  como un lirón y recé a los dioses, principalmente a la divina Tetis, pidiendo que su sueño fuera tan dulce y largo como para que al despertar me sugiriera pasar el día en este lugar paradisíaco, junto a un mar de blanquecinas ondas descansando y reponiéndome del dolor de cervicales y de la visión de la noche anterior.

Y en eso estamos.







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