13 de julio de 2014

La mujer en las óperas de Wagner (V): Brunilde, Fricka, Erda y Sieglinde (El anillo del Nibelungo)





Antes de nada: Soy consciente de que muchas de las interpretaciones acerca de los personajes de El anillo del Nibelungo son muy ricas, pueden ser muy sesudas y tienen relación con temas fundamentales como las leyes, el honor, el poder, la libertad, la destrucción de los mitos... Y de que suelen ser muy respetuosas con esta obra suprema de arte, tan mágica, tan indiscutible. Pero... mi enfoque me divierte.

WOTAN
(hablando en sueños)
La sala sagrada del placer tiene
verjas y puertas que me guardan:
¡honor de hombre,
eterno poder,
tiende tu mano a la fama sin límites!


FRICKA
(zarandeándole)
¡Levántate!
Deja de soñar con ilusiones.
¡Despierta esposo y reflexiona!

Ahí está Fricka, representante de la ley y el orden tradicional, la que a pesar de ser diosa, tiene los pies sobre la tierra frente a su esposo Wotan, ensoñado con su castillo, su ansia de poder, su romántico honor, su deseo de fama, su deseo de placer...

Hombre poco precavido, recuerda el precio estipulado. La fortaleza está acabada, ahora hay que pagarla.

Fricka la fuerte en oposición a la debilidad de Wotan que siempre acaba cediendo ante ella. Fricka la guardadora del matrimonio, paciente ante las veleidades de Wotan...

El preocuparme por tu fidelidad me hace pensar con tristeza, como conservarte a mi lado, cuando te marchas a tierras lejanas:una espléndida casa, llena de muebles preciosos, te obligaría a quedarte y descansar.

...y lejos de los placeres del amor del que gusta disfrutar Wotan, nueve hijas con Erda, dos mellizos con una humana...

Oscilante y cambiante es el amor de todos los que tienen vida

...pero bastante molesta por no haber sido consultada antes de contratar a los gigantes para la construcción de la fortaleza.

Pero, vosotros los hombres mantenéis a las mujeres a distancia,para no tener que oírnos y así poder, con tranquilidad ofrecernos a los gigantes.

¡Ah! Pero... ¿y el oro?

¿Podrían utilizarse las gemas brillantes del dorado juguete como hermoso adorno femenino?

Vamos, que tiene más del tópico ideal de mujer mantenido durante siglos que de diosa.

Nada que ver con la sabia Erda, (Madre-Tierra y a la vez profetisa y madre de las Nornas que tejen el destino: Lo que veo, te lo cuentan cada noche las Nornas) ausente de lo que no sea su propio sueño, su rincón de soledad, despreocupada por lo que pueda suceder fuera de él porque en realidad conoce, sabe que el fin de los dioses es irremediable

Sé como era todo, y veo cómo todo es y todo será

El oro del Rin
Erda: Hanna Schward. 
Wotan: Robert Hale 


ERDA 
(señalando con la mano a Wotan)
¡Cede, Wotan, cede!
¡Escapa a la maldición del anillo!
Su posesión 
te condena a una oscura 
e irremisible destrucción.

WOTAN 
¿Quién eres tú, mujer amenazadora?

ERDA 
Sé como era todo, 
y veo cómo todo es 
y todo será,
también lo veo
Erda la primitiva mujer 
del mundo imperecedero,
te aconseja ahora.
Tres hijas 
concebí de manera primitiva 
y llevé en mi vientre. 
Lo que veo, 
te lo cuentan cada noche las Nornas.
Pero el mayor de los peligros 
es lo que me trae hoy 
ante ti:
¡Escúchame, escúchame, escúchame!
Todo lo que ahora existe, morirá.
Un día oscuro 
amanece sobre los dioses.
Te lo aconsejo: evita el anillo.

(Erda se hunde lentamente hasta el
pecho)

WOTAN 
Misteriosas y grandes 
suenan en mi tus palabras.
¡Quédate, así llegaré a saber más!

ERDA 
(hundiéndose)
Ya te he avisado, 
ya sabes lo suficiente.
¡Piénsatelo con miedo y pavor!

(Desaparece)

En el segundo acto Fricka vuelve como defensora del matrimonio y obliga a Wotan a dar marcha atrás en su primera decisión de ayudar a Siegmund, sobre el que recae la mancha del adulterio y a la vez del incesto. Demasiado para Fricka que además tendría que ver el triunfo del amor de Siegmund y Siglinde, testimonios del adulterio de Wotan, y así, exige la victoria de Hunding.

Su escudo (el de la walkyria) hoy protegerá el sagrado honor de tu eterna esposa

El oro del Rin
Fricka: Kirsten Flagstad
Wotan: George London


FRICKA 
(con sobresalto)
Wotan, esposo, despierta!

WOTAN 
(hablando en sueños)
La sala sagrada del placer tiene
verjas y puertas que me guardan:
¡honor de hombre, 
eterno poder,
tiende tu mano a la fama sin límites!

FRICKA 
(zarandeándole)
¡Levántate! 
Deja de soñar con ilusiones.
¡Despierta esposo y reflexiona!

WOTAN 
(despierta. Su mirada es atraída por
la visión de la fortaleza)
¡La eterna tarea acabada!
Sobre la cima de la montaña 
se alza la fortaleza de los dioses:
¡gloriosamente se contonea 
el resplandeciente edificio!
¡Tal como lo imaginé en mis sueños, 
tal como lo deseo mi voluntad,
fuerte y hermoso 
se muestra; 
majestuoso, maravilloso edificio!

FRICKA 
¿Tan sólo te produce alegría?
A mí me da miedo.
La fortaleza a ti te causa placer, 
y yo temo por Freia.
Hombre poco precavido, 
recuerda el precio estipulado.
La fortaleza está acabada, 
ahora hay que pagarla.
¿Has olvidado lo que prometiste?

WOTAN 
Bien sé lo que estipularon 
los que construyeron la fortaleza.
Mediante un contrato, 
domé a esa raza de insolentes 
y les hice construir para mí 
esta gloriosa casa.
Ahora, ahí se alza, 
gracias a su fuerza.
Y por el precio no te preocupes.

FRICKA 
¡Oh imprudencia y ligereza!
Si yo hubiera sabido tu contrato, 
habría evitado el fraude.
Pero, vosotros los hombres 
mantenéis a las mujeres a distancia,
para no tener que oírnos 
y así poder, con tranquilidad
ofrecernos a los gigantes.
Después, sin reflexionar 
les ofreciste a Freia, 
mi divina hermana, 
y te alegraste con el malvado trato.
Hombres duros,
¿qué tenéis de sagrado y de valor
cuando perseguís el ansiado poder?

WOTAN 
¿No era la misma ansia de poder 
la que Fricka demostraba cuando
me suplicaba que hiciera el edificio?

FRICKA 
El preocuparme por tu fidelidad 
me hace pensar con tristeza, 
como conservarte a mi lado, 
cuando te marchas a tierras lejanas:
una espléndida casa, 
llena de muebles preciosos, 
te obligaría a quedarte y descansar.
En cambio tú, cuando la construiste,
sólo pensabas en murallas,
que aumentarían tu dominio y poder, 
pero los únicos disturbios
que han habido 
desde que se levantó la fortaleza 
han sido las tormentas.

WOTAN 
(riendo)
Esposa, aunque quisieras 
mantenerme encerrado
en la fortaleza, 
debes aceptar que, como un Dios, 
incluso confinado en el castillo, 
debo conquistar el mundo exterior.
Oscilante y cambiante es el amor 
de todos los que tienen vida.
Este es un pasatiempo 
al que nunca renunciaré.

FRICKA 
¡Esposo desagradable y sin amor!
¿Serías capaz de sacrificar, 
el amor y el aprecio de una mujer,
para ganar poder y dominio,
que no son más que juguetes 
sin ningún valor?

WOTAN 
Cuando te conseguí por esposa, 
tuve que renunciar 
a uno de mis ojos para cortejarte.
¡Qué ridículo es que me riñas ahora!
Honro a las mujeres incluso más
de lo que a ti te gustaría.
Y en cuanto a la querida Freia, 
no renunciaré a ella. 
Nunca tuve la intención de hacerlo.





Siglinde es el amor por encima de todo. Ha descubierto el amor al encontrarse con Siegmund después de haber pasado una existencia denigrante junto a Hunding, su marido, su raptor y, además, asesino de su madre. Abandona a Siegmund, ya muerto, sólo cuando sabe que espera un hijo de él, Sigfrido. El encuentro entre ambos es una de las piezas más hermosas de La Walkiria.

La Walkiria
Sieglinde: Astrid Varnay
Siegmund: Lauritz Melchior


SIEGLINDE
Tú eres la primavera
por la que yo suspiraba
en el helado tiempo del invierno.
Mi corazón te saludó
con sagrado temor
cuando tu mirada floreció para mí
por primera vez.
Desde siempre
todo lo veía yo extraño,
lo próximo era enemigo;
extraño me era todo
lo que se me acercaba.
Pero a ti te reconocí en seguida
apenas te vi supe que eras mío;
lo que ocultaba en el pecho,
lo que soy,
claro como el día emergió de mí:
como sonora vibración 
llegó a mis oídos
cuando en helado,
desierto país extranjero
vi por vez primera al amigo.

SIEGMUND
¡Oh, dulcísima delicia!
¡Mujer divina!

SIEGLINDE
Oh, deja que me incline ante ti,
que vea con claridad
ese augusto brillo
que emana de tus ojos 
y del rostro
y tan dulcemente
me subyuga los sentidos.
SIEGMUND
A la luna de primavera
resplandeces luminosa,
sublime su halo rodea 
tu cabello ondulante:
fácilmente veo lo que me cautiva,
pues mi mirada se deleita
en cuanto contempla.

SIEGLINDE
¡Qué despejada está tu frente,
el ramillete de tus venas 
se entrelaza en las sienes!
¡Tengo miedo de la felicidad
que me embelesa!
Un prodigio hace recordar
que hoy te he visto 
por primera vez,
pero que mis ojos ya te habían visto!

SIEGMUND
Un sueño de amor 
también me hace recordar:
¡que yo ya te había visto llevado
por mi ardiente deseo!

SIEGLINDE
En el arroyo contemplé 
mi propia imagen...
y ahora la percibo de nuevo:
¡como antes emergiera
a la superficie del agua,
así me ofreces tú ahora mi imagen!

SIEGMUND
Tú eres la imagen 
que yo ocultaba dentro de mí.

SIEGLINDE
¡Oh, calla! 
Déjame escuchar tu voz:
me parece haberla oído 
siendo niña.
¡Mas, no! La oí recientemente,
mientras el bosque 
me devolvía el eco de la mía.

SIEGMUND
¡Oh, dulcísimo sonido, 
el que escucho!

SIEGLINDE
Me ilumina la llama de tus ojos:
así me miró 
el anciano al saludarme;
cuando dio consuelo 
a mi tristeza.
Por la mirada he visto 
que eres hijo suyo
¡quisiera darte 
su mismo nombre!
¿De verdad te llamas Wehwalt?

SIEGMUND
No me llamo así 
desde que tú me amas:
¡ahora poseo 
las más sublimes delicias!

SIEGLINDE
¿Y no puedes llamarte 
Mensajero de la Paz?

SIEGMUND
Llámame como tú quieras 
que me llame:
¡de ti tomaré mi nombre!

SIEGLINDE
¿Pero no llamaste Lobo a tu padre?

SIEGMUND
¡Un lobo era él 
para los cobardes zorros!
Pero aquel a quien tan orgulloso
le brillaba el ojo
como a ti, nobilísima, 
te brillan los tuyos,
se llamaba Wälse.

SIEGLINDE
Si era Wälse tu padre
y tú eres un welsungo,
él clavó 
para ti su espada
en el tronco,
déjame llamarte 
como quiera:
¡te llamaré Siegmund!

SIEGMUND
(se levanta de golpe y corre al
tronco del fresno)
¡Siegmund me llamo y Siegmund soy!
¡Testimónielo esta espada
que sin miedo cojo!
Wälse me prometió 
que la encontraría
cuando la necesitara: 
¡ahora la cojo!
Supremo sufrimiento 
del amor sagrado,
extrema aflicción 
del fuerte deseo
abrasa mi pecho
empujándome a luchar 
hasta la muerte.
¡Notung! ¡Notung! 
Así te llamo, espada.
¡Notung! ¡Notung! 
¡Precioso acero!
¡Muestra de tu filo 
los cortantes dientes!
¡Sal de tu vaina!

(arranca del tronco la espada con
un poderoso tirón y la muestra a
Sieglinde, embargada de asombro y
entusiasmo)

¡Estás viendo a Siegmund, mujer,
al weslungo!
Como dote nupcial 
traigo esta espada.
Así pretende él
a la más divina de las mujeres,
de la casa del enemigo 
así te rapta.
Lejos de aquí, 
sígueme ahora,
vayamos donde ríe la primavera:
¡allí te protegerá Notung, 
la espada,
aunque Siegmund
muera de amor por ti!
SIEGLINDE
Si es Siegmund 
el que veo,
yo soy Sieglinde,  
que te desea:
¡a tu propia hermana
acabas de conquistar  
con tu espada!

SIEGMUND
Novia y hermana eres 
para el hermano:
¡florece así, pues, 
sangre de los weslungos!


Tan hermosa como la que pertenece al tercer acto cuando pide a Brunilde que la ayude a salvar a su hijo. Un emocionante canto a la vida.

La Walkiria
Sieglinde: Waltraud Meier
Brunilde: Nina Stemme



BRUNILDA
¡Helmwige, escúchame!

HELMWIGE
Obedezco al padre.

BRUNILDA
¡Grimgerde! ¡Gerhilde! 
¡Cededme vuestro corcel!
¡Schwertleite! ¡Siegrune! 
¡Ved mi angustia!
¡Oh, sedme fieles, 
como yo lo fui con vosotras!
¡Salvad a esta pobre mujer!

SIEGLINDE
(que hasta ahora ha permanecido
sombría y fría, con la mirada fija
delante de sí, se sobresalta con un
gesto de rechazo cuando Brunilda
la abraza como para protegerla)
No sufras por mí:
sólo me conviene la muerte.
¿Quién te ordenó, virgen,
sustraerme al combate?
Allí, en la liza, 
hubiera recibido el golpe
de la misma arma 
que abatió a Siegmund:
¡el fin hubiera encontrado
junto a él!
¡Lejos de Siegmund, de Siegmund,
estoy ahora!
¡Estaríamos unidos por la muerte!
Si no debo maldecirte,
virgen, por haberme salvado,
oye, entonces, 
mi súplica:
¡clávame tu espada en el corazón!

BRUNILDA
¡Vive, oh mujer, 
por el bien de tu amor!
Salva la prenda 
que recibiste de él:
¡un welsungo crece en tu seno!

SIEGLINDE
(de inmediato su rostro resplandece
de alegría)
¡Sálvame, osada! 
¡Salva a mi hijo!
¡Concededme, vírgenes,
vuestra poderosa protección!

WALTRAUTE
(desde la atalaya)
¡Ya llega la tormenta!

ORTLINDE
(igual)
¡Huya quien la tema!

LAS OTRAS SEIS 
WALKYRIAS
¡Llévate a la mujer, 
si la amenaza un peligro!
¡Ninguna de las walkyrias 
osará protegerla!

SIEGLINDE
¡Sálvame, virgen! 
¡Salva a la madre!

BRUNILDA
¡Así pues, huye deprisa, 
y huye sola!
Yo me quedo,
me ofreceré a la venganza de Wotan:
retendré aquí junto a mí 
al airado,
mientras tú escapas a su rabia.

SIEGLINDE
¿A dónde debo dirigirme?

BRUNILDA
¿Cuál de vosotras, hermanas, 
conoce el este?

SIEGRUNE, ROSSWEISSE
Hacia el este, a lo lejos, 
se extiende un bosque:
el tesoro de los nibelungos
se llevó hasta allí Fafner.

SCHWERTLEITE, HELMWIGE
Figura de reptil 
adoptó el salvaje;
¡en una cueva guarda 
el anillo de Alberich!

GRIMGERDE
No es aquél lugar seguro 
para una mujer indefensa.

BRUNILDA
Pero seguramente el bosque 
la protegerá de la furia de Wotan;
el poderoso le teme, 
y evita el lugar.

WALTRAUTE
(desde la atalaya)
¡Airado se acerca Wotan 
hacia la roca!

LAS SEIS WALKYRIAS
¡Brunilda, escucha el fragor 
de su llegada!

BRUNILDA
¡Vete lejos, 
rumbo al este!
Con valiente obstinación 
soporta todas las fatigas,
hambre y sed, zarzas y piedras;
¡ríe si la necesidad, 
si el sufrimiento te maltrata!
Debes saber una cosa 
y defenderla siempre:
¡al más sublime 
héroe del mundo
cobijas tú, oh mujer, 
en el seno protector!

(Extrae los pedazos de la espada 
de Siegmund de debajo de su 
coraza y se los alarga a 
Sieglinde)

Guárdale bien 
los fuertes pedazos de la espada.
Del campo de batalla, de su padre
los sustraje felizmente.
El que, de nuevo forjada,
blandirá un día la espada,
reciba de mí su nombre:
¡"Sigfrido", la alegre victoria!

SIEGLINDE
¡Virgen magnífica!
¡A ti, fiel, 
debo sagrado consuelo!
Por él, 
por el que nosotras amábamos,
salvaré yo lo más amado:
¡sonríate algún día 
la recompensa de mi gratitud!
¡Adiós! 
¡Te bendice el dolor de Sieglinde!

Pero... ¡Ay! Brunilde, mi preferida. Brunilde es otra historia. El polo opuesto a la Elsa de Lohengrin. Fuerte, con personalidad, decidida, segura de sí misma, valiente y voluntariosa, capaz de pasar por encima de quien sea, incluso aunque se trate de Wotan, dios y padre, o de Sigfried, su amante, cuando se ve traicionada por él, o de ella misma al final de la obra para conseguir lo que desea, lo que ama o lo que le demanda su sentido del honor.
Es la más inteligente (que no sabia, ese papel le corresponde a Erda, su madre) de los personajes femeninos de Wagner. Tiene una fuerte influencia sobre Wotan, aunque éste termine por hacer más caso a Fricka y ponga su papel de dios y padre por encima de sus propios deseos, deseos que conoce perfectamente la inteligente e intuitiva Brunilde que no duda en su intento de ayudar a Siegmund y a Siglinde llevando la contraria a su padre.
Es también la única entre todos los que tienen ocasión de tener el anillo, que sabe renunciar a él y de esta manera librar al mundo de la insana lucha por el poder.
Y es maestra, y casi madre (a pesar de ser su tía, ¡vaya saga familiar la de El anillo!), además de amante, de Siegfried, personaje sin valores, inocentón más que inocente, presumido, chulo e inmaduro, hasta el punto de que no puedo entender cómo es capaz no sólo de enamorarse de él sino de aguantarle, por mucho que haya perdido su divinidad y se haya convertido en humana (para colmo tuve la desgracia de conocerle cantado e ¡interpretado! por Siegfried Jerusalem).

Aquí, ejemplos de lo descrito más arriba.

Fricka convence a Wotan para que no ayude a Siegmund y proporcione la victoria a Hunding

La Walkiria
Fricka: Christa Ludwig
Wotan: Hans Hotter


WOTAN
¡La vieja disputa, 
el viejo fastidio!
¡Pero debo mantenerme firme!

FRICKA
Dónde, en las montañas, te ocultas,
para sustraerte 
a la mirada de tu esposa;
sola vengo aquí a buscarte,
para que me prometas ayuda.

WOTAN
Lo que aflige a Fricka 
expóngalo abiertamente.

FRICKA
Supe la desdicha de Hunding,
me llamó pidiendo venganza;
guardiana del matrimonio, 
le escuché,
prometí castigar severamente 
la acción
de la insolente y criminal pareja,
que ofendió osadamente al esposo.

WOTAN
¿Qué mal hizo la pareja
que unió amorosamente 
la primavera?
El hechizo del amor los subyugó:
¿quién puede oponerse 
al poder del amor?

FRICKA
¡Te haces el tonto y el sordo
como si no supieras perfectamente
que clamo por el sagrado juramento
del matrimonio, 
duramente ofendido!

WOTAN
Sacrílego considero yo el juramento
que une a los que no se aman;
no me exijas 
que mantenga por la fuerza 
lo que a ti no te concierne,
donde audazmente 
se manifiestan 
sentimientos limpios,
aconsejo abiertamente la guerra.

FRICKA
¡Si consideras meritorio 
el adulterio,
jáctate y ensalza 
como sagrado
que medre el incesto de la unión
de una pareja de mellizos!
Se me estremece el corazón, 
siento vértigo:
¡nupcialmente abrazó 
la hermana al hermano!
¿Cuándo se ha visto 
que se amaran carnalmente 
dos hermanos?

WOTAN
¡Hoy lo has visto!
Aprende que puede ocurrir,
aunque jamás sucediera antes.
Que ellos se aman 
está claro para ti;
por ello, escucha un consejo sincero;
si la alegría debe premiar 
tu bendición,
entonces bendice, 
sé propicia al amor,
la unión de Siegmund y Sieglinde.

FRICKA
¿Así se acabó, 
la estirpe de los dioses eternos
puesto que engendraste 
a los salvaje welsungos?
Lo he dicho bien claro; 
¿acerté el sentido?
¡Nada vale para ti
el sagrado clan de los dioses!
¡lejos arrojas todo 
lo que antes amabas,
rompes los lazos 
que tú mismo ataste,
te liberas riendo 
de la prisión celestial,
para que sólo impere a su capricho
esta criminal pareja de mellizos,
el rebelde fruto de tu infidelidad!
¡Oh, para qué clamo 
por el matrimonio y el juramento, 
si tú eres el primero en vulnerarlos!
A tu fiel esposa engañaste siempre,
por los valles y las alturas,
lascivamente tu mirada acechaba
para conseguir el placer 
de la variación 
y herir, burlándote,
mi corazón.
Con ánimo entristecido 
tuve que soportar
que fueras al combate 
con las perversas vírgenes 
que te nacieron 
de la unión ilícita:
pues aún respetabas a tu mujer
puesto que sometiste 
a mi obediencia
a la tropa de walkyrias 
y a la misma Brunilda,
fruto de tu deseo.
Pero ahora, 
te gusta cambiar de nombre,
te llamas "Wälse",
y vas como un lobo errante 
por el bosque;
descendiste a la extrema vileza
de engendrar una pareja
de hombres ordinarios,
¡y ahora arrojas a tu mujer
a los pies de tu camada de lobeznos!
¡Llévalo a cabo, pues! 
¡Colma la medida!
¡Deja que pisoteen a la engañada!

WOTAN
Nunca aprendiste, 
a pesar de que quise enseñarte,
a reconocer los hechos
antes de que sucedieran.
Sólo comprendes lo convencional,
pero yo aspiro a comprender
lo que nunca ha sucedido.
Oye esto: la necesidad 
creará un héroe
que, ajeno a la protección divina,
se libere de la ley de los dioses.
Sólo él servirá 
para realizar el acto
que, tan necesario a los dioses,
le está prohibido 
realizarlo a un dios.

FRICKA
Con profundos juicios 
quieres embaucarme:
¿qué gran hazaña podrá realizar 
ese héroe
que no puedan realizar los dioses,
siendo así que sólo actúa 
por gracia de los dioses?

WOTAN
¿No adviertes su valor?

FRICKA
¿Quién se lo inspiró a los hombres?
¿Quién abrió los ojos 
a los imbéciles?
Bajo tu protección parecen fuertes;
gracias a tu estímulo siguen adelante:
sólo tú incitaste a esos que alabas
ante mí, la eterna.
Con nuevas astucias 
quieres engañarme,
confundirme ahora
mediante nuevas intrigas;
pero a este welsungo 
no lo ganarás para ti;
en él es a ti a quien veo, 
pues sólo se atreve a desafiarme,
porque tú le animas a ello.

WOTAN
Sólo gracias 
al sufrimiento
se ha hecho a sí mismo

FRICKA
¡Entonces, no le protejas hoy!
Quítale la espada 
que le regalaste.

WOTAN
¿La espada?

FRICKA
¡Sí, la espada,
la mágica y poderosa espada
que tú, dios, diste a tu hijo!

WOTAN
Siegmund 
ha sabido ganársela.

FRICKA
Tú eres autor 
tanto de su miseria
como de su magnífica espada.
¿Quieres confundirme,
a mí, que día y noche 
sigo tus pasos?
Para él clavaste la espada
en el tronco;
tú le prometiste 
la sublime arma:
¿negarás que sólo tu astucia 
le atrajo
donde la encontró?
Ningún noble combate 
contra esclavos;
el noble se contenta 
con castigar al criminal.
Contra ti puedo luchar; 
pero Siegmund
quedó a mi merced como esclavo.
Al que a ti, su señor, 
sirve y pertenece,
¿debe obedecer tu eterna esposa?
¿Debe injuriarme afrentosamente 
el más abyecto, 
puede insolentarse un ser libre
hasta el punto de mofarse de mí?
Esto no puede quererlo mi esposo,
él no profanará así a la diosa.

WOTAN
¿Qué pides?

FRICKA
¡Apártate del welsungo!

WOTAN
El sigue su camino.

FRICKA
¡Pero no le protejas cuando
al combate 
le llame el vengador!

WOTAN
No le protegeré.

FRICKA
Mírame a los ojos; 
no intentes engañarme;
¡aparta también de él a la walkyria!

WOTAN
La walkyria obra libremente.
FRICKA
¡No! Ella sólo ejecuta tu voluntad;
¡prohíbele la victoria 
de Siegmund!

WOTAN
No puedo abatirlo, 
encontró mi espada.

FRICKA
¡Prívala de la magia, 
rómpesela!
¡Véalo indefenso el enemigo!

(Brunilda aparece con su corcel.
Cuando descubre a Fricka, 
se detiene en seguida)

BRUNILDA
¡Heyaha! ¡Heyaha! ¡Hojotoho!

FRICKA
Ahí viene tu osada virgen;
jubilosa corre hacia aquí.

BRUNILDA
¡Heyaha! ¡Heyaha! 
¡Hojotoho! ¡Hojotoho!

WOTAN
Le he pedido que ensille su corcel
y acuda en ayuda de Siegmund.

FRICKA
¡La sagrada honra de tu esposa eterna 
proteja hoy tu escudo!
Burlados por hombres, 
privados del poder,
nosotros, los dioses, pereceríamos,
si hoy mi derecho no fuera 
augusta y magníficamente vengado
por la valerosa virgen.
Caiga el welsungo 
en aras de mi honra.
¿Estás dispuesto a jurarlo, Wotan?

WOTAN
¡Lo juro!

FRICKA
(a Brunilda)
Te aguarda 
el Padre de los Ejércitos:
él te dirá lo que ha decidido.



Sigfrido despierta a Brunilde y ésta conoce a su liberador que seconvertirá en su amante y luego la abandonará.
Ya, ya sé, involuntariamente, pero la abandonará.
La culpa será de Hagen que utilizará a Gutrune, soltera y sin compromiso, para que Sigfrido, después de beber un filtro mágico,se enamore de ésta y olvide a Brunilde.


Sigfrido
Brunilde: Astrid Varnay

Sigfried: Wolfgang Windgassen


BRUNILDA 
¡Salve, oh sol!
¡Salve, oh luz!
¡Salve, oh resplandeciente día!
Largo fue el sueño
del que desperté.
¿Quién es el héroe
que disipa mi letargo?

SIGFRIDO 
Atravesé el fuego
que cercaba el peñón;
te quité el fuerte yelmo.
Sigfrido se llama
quien te despertó.

BRUNILDA 
¡Salve, oh dioses!
¡Salve, oh mundo!
Te saludo, tierra floreciente.
Mi sueño al fin se acabó;
y despierta puedo
contemplar que Sigfrido
es quien me despertó.

SIGFRIDO 
¡Gloria a la madre
que me engendró!

BRUNILDA 
¡Gloria a la madre
que te engendró!

SIGFRIDO 
¡Salve a la tierra
que me nutrió!

BRUNILDA 
¡Salve a la tierra
que te nutrió!

SIGFRIDO 
Porque puedo contemplar dichoso
tus ojos, que ahora me sonríen 


Cuando se ve abandonada por Sigfrido Brunilde se entristece, se indigna y, finalmente, monta en cólera. Decide vengarse.


El ocaso de los dioses
Brunilde: Gwyneth Jones
Hagen: Fritz Hübner
Gunther: Franz Mazura


¿Qué astucia malvada 
se esconde tras de todo esto?
¿Qué brujería lo provocó?
¿Dónde encontraré la sabiduría
que me permita 
aclarar esta confusión?
¿Dónde están mis hechizos
que me aclaren este enigma?
¡Oh, desgracia! ¡Desgracia!
¡Dolor, sí dolor!
Todos mis conocimientos 
han pasado a él....
Con su poder 
detiene a la muchacha  
y con sus garras agarra a su presa, 
y aunque ella gima de dolor, 
él, el rico, la regala a otro.
¿Quién puede ofrecerme la espada
con la que pueda romper 
estos lazos que nos unen?

HAGEN
(acercándose a Brunilda)
Confía en mí, mujer engañada.
Yo me vengaré 
de aquél que te traicionó.

BRUNILDA
(mirando alrededor, abatida)
¿De quién?

HAGEN
¡De Sigfrido, que te traicionó!

BRUNILDA
¿De Sigfrido?  ¿Tú?

(sonriendo amargamente)

Con una sola mirada 
de sus ojos ardientes,
una mirada como 
la que brilló sobre mí,
y hará que tu gran coraje 
se convierta en miedo.

HAGEN
Entonces, ¿mi lanza no debe
ser lanzada contra este perjuro?

BRUNILDA
No vale la pena molestarse 
por juramentos y perjurios.
¡Tendrás que dotar 
de más fortaleza a tu lanza,
si quieres vencer al más poderoso!

HAGEN
Conozco bien la fuerza 
invencible de Sigfrido que
hace difícil de matarlo en la batalla.
Por ello tú puedes darme 
un consejo útil: 
¿Cómo puedo vencer al héroe?

BRUNILDA
¡Oh ingratitud!
¡Qué vil recompensa!
¡Todas las artes que conocía
las empleé para dotarle
de salud a su cuerpo!
Pues sin ni siquiera saberlo él,
fue envuelto por una magia 
que no permite que nadie le hiera.

HAGEN
¿Ningún arma puede herirle?

BRUNILDA
¡No en la batalla! Pero,
si le golpeas en la espalda... 
Yo sabía que nunca 
cedería ante el enemigo,
que no le daría la espalda huyendo,
así que ahí nunca le concedí 
el beneficio de mis hechizos.

HAGEN
¡Y ahí mi lanza le golpeará!

(se vuelve con rapidez a Brunilda y
a Gunther) 

¡Levántate Gunther!
¡Noble gibichungo!
Ahí tienes a tu valiente esposa:
¿pero qué haces ahí tan abatido?

GUNTHER
(levantándose con desesperación)
¡Qué deshonra!
¡Qué vergüenza!
¡Estoy maldito! Yo...
¡El más desgraciado de los hombres!

HAGEN
Estás deshonrado:
¿acaso puedo negarlo?

BRUNILDA
(a Gunther)
¡Hombre cobarde!
¡Falso compañero!
Te escondiste 
detrás del héroe 
para que él te consiguiera 
el precio de la fama.
¡Hasta el fondo se hundió 
tu altiva estirpe 
cuando procreó un cobarde como tú!

GUNTHER
(fuera de sí)
¡Engañé y fui engañado!.
¡Traicioné y soy traicionado!.
¡Rómpeme los huesos!
¡Destrózame el corazón!
¡Ayúdame Hagen! 
¡Ayuda a mi honor!
¡Ayuda a tu madre 
que también a mí me alumbró!

HAGEN
Ninguna inteligencia te ayudará,
ningunas manos te ayudarán:
sólo te ayudará...
¡La muerte de Sigfrido!

GUNTHER
(horrorizado)
¡La muerte de Sigfrido!

HAGEN
¡Sólo eso pagará tu deshonra!

GUNTHER
(mirando hacia adelante)
¡Nos juramos ser 
hermanos de sangre!

HAGEN
¡Romper un juramento 
sólo puede pagarse con sangre!

GUNTHER
¿Acaso rompió él el juramento?

HAGEN
Sí, ya que te engañó.

GUNTHER
¿Me engañó?

BRUNILDA
¡Él te engañó, y todos 
me engañasteis a mí!
¡Si yo pudiera vengarme,
toda la sangre del mundo no bastaría
para borrar vuestra culpabilidad!
Sin embargo, una sola muerte 
será suficiente para justificaros:
Sigfrido habrá de morir
para así expiar su culpa y la vuestra.

HAGEN
(volviéndose hacia Gunther)
¡Él morirá  para salvarte!.
Tendrás un poder inmenso 
si le quitas el anillo,
y sólo la muerte 
te permitirá arrebatárselo.

GUNTHER
(en voz baja)
¿El anillo de Brunilda?

HAGEN
¡El anillo del nibelungo!

GUNTHER
(suspirando)
¡Ha llegado el fin de Sigfrido!

HAGEN
Su muerte nos beneficiará a todos.

GUNTHER
Pero, ¿y Gutrune?
¡Yo se la entregué a él!
Si así castigamos a su marido...
¿cómo nos justificaremos ante ella?.

BRUNILDA
(enfurecida)
¿Qué me valió mi sabiduría?
¿De qué me sirvieron mis hechizos?
En mi desgracia 
he visto con claridad, 
que Gutrune es la bruja 
que sedujo a mi marido.
¡Que la angustia se apodere de ella!

HAGEN
(a Gunther)
Ya que la muerte de Sigfrido 
la entristecería, ocultémosla.
Mañana saldremos 
a una partida de caza.
El noble se distanciará de nosotros
y un jabalí lo matará.

GUNTHER, BRUNILDA
Así será: 
¡Sigfrido morirá!
Pagará por la deshonra 
que me ha causado.
Ha traicionado 
el juramento de lealtad, 
y con su sangre 
expiará su culpa.
¡Dios omnipotente y vengativo!
¡Tú, Wotan,
que compartes promesas  
y proteges los juramentos, 
pon tu mirada sobre nosotros!
¡Ordena a tus 
terribles huestes 
que escuchen 
nuestro juramento de venganza!

HAGEN
¡El héroe brillante morirá!
El tesoro es mío, 
debe pertenecerme.
Así que deja 
que le arrebaten el anillo.
¡Padre duende!
¡Príncipe caído! 
¡Guardián de la noche!
¡Señor de los nibelungos!
¡Alberico! 
¡Escúchame!.
¡Una vez más ordena 
a las fuerzas nibelungas
que te obedezcan,
a ti, al señor del anillo!


Escena final de El ocaso de los dioses
Brunilde: Gwyneth Jones  


Ahora he tomado 
lo que me pertenecía...
¡Anillo maldito!
¡Terrible anillo!
Cojo tu oro 
y ahora me deshago de él.
A vosotras inteligentes hermanas 
de las profundidades,
ninfas nadadoras del Rin,
os doy las gracias 
por vuestro buen consejo.
Os entregaré 
lo que tanto deseáis:
¡Cogedlo de entre mis cenizas!
¡Este fuego que me quema
limpiará el anillo de su maldición!
Vosotras en el agua
lo disolveréis 
y con cuidado protegeréis 
este oro brillante que 
tan vilmente os fue robado.
(se ha puesto el anillo en el dedo 
y se vuelve ahora hacia el montón
de leña, sobre el que yace,
extendido, el cuerpo exánime de
Sigfrido. Le arrebata a uno de los
soldados una enorme antorcha, la
agita y señala con ella hacia el 
foro)

¡Cuervos, volad a casa!
¡Contadle a vuestro señor 
lo que oísteis decir junto al Rin!
¡Id a la Roca de Brunilda
y decidle a Loge, 
que aún arde allí,
cual es el camino del Walhalla!
¡Ya se acerca 
el fin de los dioses!
¡Así... en la orgullosa fortaleza 
del Walhalla arrojo esta antorcha!

(arroja la antorcha sobre la pira 
de maderas, la cual se inflama con
rapidez. Dos cuervos han echado
a volar desde una roca junto a la
orilla y desaparecen hacia el foro.
Brunilda descubre su caballo, que
en este momento traen dos hombres)

¡Grane caballo mío, 
a ti te saludo!

(ha salido a su encuentro, 
con rapidez le quita las bridas
y despues se inclina cariñosamente
hacia él)

Amigo mío, 
¿también sabes a dónde te llevo?
Tu amo, 
Sigfrido mi héroe glorioso,
yace brillando entre las llamas.
¿Relinchas de ganas de seguir 
los pasos de tu amigo?
¿Acaso las llamas sonrientes 
te atraen hacia él?
Siente como arde 
también mi pecho.
¡El fuego resplandeciente
se ha apoderado de mi corazón...
que ansía abrazarle 
y ser abrazada por él 
y así permanecer unidos 
en un amor monumental!
¡Heiajoho! ¡Grane! 
¡Saluda a tu señor!
¡Sigfrido! ¡Sigfrido! ¡Mira!

(ha subido al caballo y ahora lo
hace encabritarse para prepararlo
para el salto)

¡Tu alegre esposa te saluda!