13 de diciembre de 2014

Unos días en Málaga



Llego un poco tarde a ver amanecer junto al mar, pero aún está bonito. A lo largo del paseo marítimo y la playa unos corren, otros caminan, pasean, hacen fotos o van a sus quehaceres. Como en cualquier otro lugar. Y me doy cuenta de que no he venido a Málaga a ver nada en concreto. Creo que mis posibles escapadas de casa serán esto en el futuro: pasear y respirar en otro lugar, hacer la compra, cocinar algo sencillo, leer, escuchar música y, de paso, como si estuviera en Madrid visitar un museo, ir al cine o tomarme una cerveza en una terraza. No viajo ni voy a conocer nada en especial, simplemente respiro otro aire. Bien, muy bien.


Mi paseo termina en el Parque del Morlaco, elevado sobre el mar, pinos, ardillas... y perros. Soy la única que pasea sin perros y es que en este monte semiurbano hay recintos cerrados para que los perros, según su tamaño y peso, puedan correr y divertirse. Curioso y simpático. Tan simpático como Coco, el perrito del dueño del apartamento en el que vivo estos días. Coco cada vez que me ve me saluda dando saltitos y me acompaña hasta la puerta, brinco tras brinco golpeándome las piernas con sus patitas.

Una peluquería de diseño, un peluquero sin pelo, un corte de pelo al director de la revista Mitad Doble mientras presenta el último número que se titula, no podía ser menos, Pelos. Un ambiente muy agradable y variado, desde la sofisticación de X, guapa guapa, tatuaje dragoniano sobre el pecho, hasta la vestimenta sencilla del día a día, pasando por algún modelito de esos de superficie sobre altos tacones de aguja. Y allí están mis amigos, hasta ahora virtuales, Amor y Miguel, y también Augusto y su pareja madrileña, María y Jonatan. Me invito mentalmente a verles de nuevo si mi terruño chorrillero no me lo impide, cosa complicada dada mi adicción huertana y gatuna.


Por la noche, en la cama, escucho a Arthur Rubinstein interpretando la Berceuse en re bemol mayor de Chopin. Elegancia y sutileza mimando la partitura, extraordinaria comunicación entre él y el piano, dulzura, suavidad.


Mañanas de lectura, Museo de Arte Flamenco disfrutando de un vino blanco mientras charlo con el encargado; ni un euro de subvención a pesar de lo bien montado que está y de las actividades que pone en marcha. Largo paseo hasta el Parque del Oeste y comida en una terraza. Alegría de la gente malagueña y alguna cosa más.



Quizá el estar en otro lugar, fuera de la cotidianidad de El Chorrillo, me da la oportunidad de percibir lo que hago como si lo concreto, ese hacer una cosa detrás de otra, todas diferentes, fuera más efímero. Un tiempo global en el que se junta la Pastoral de Beethoven con la lectura de Benítez Reyes, la inmediatez del arte urbano (paseo por el Soho) y lo intemporal del Museo del Arte Flamenco. El lastre de correr tras las cosas sin terminar como si todo tuviera que estar cerrado, atado, enterrado. Al otro lado la paciencia en el tiempo, la espera.




2 de noviembre de 2014

¿Y ahora qué?


2 de noviembre de 2014

Atardecer en Sète

Vuelvo a leer el libro en el que recopilé la primera parte de mis escritos en este blog y me encuentro con textos interesantes en los que me cuestionaba facetas de mi vida o que rezuman ideas, sentimientos alejados de esta cotidianidad en la que vivo desde hace cinco años: mi huerta, mis gatas, mis lecturas, mi cine, mi música o mis ratos dedicados casi obligatoriamente a enterarme de lo que sucede en el mundo que me rodea, exterior en cierto modo a mi propia persona.

Y, de pronto, en un momento de exaltación producido por su lectura me digo que por qué no dejar mi huerta, mis hábitos y dedicarme a otras cosas, viajar por Ecuador o Colombia (lo primero que se me ocurre), escribir un libro, volver a la montaña, pasar días en Madrid o irme a Málaga a conocer a los amigos virtuales que tengo allí, disfrutar de aquello que me gusta y que está a más de los pocos kilómetros de campo por el que camino a diario.

Poca cosa en realidad. Hacer esto o lo otro cuando nos sentimos bien con nuestra vida diaria no tiene mayor importancia, regalo de privilegiados que no tenemos otros problemas más serios. Espejismos.

Sensaciones, pensamientos ocultos en la rutina, un interior que tengo olvidado, que apenas se mueve por debajo de mis actividades diarias. Quizá esta falta de relación conmigo, de ese interior del que apenas soy consciente radique también en que estos cinco años han sido tranquilos, alguna que otra preocupación, algún mal momento, pero lo propio de cualquier vida y todo dentro de esta balsa de aceite que es el periodo de la jubilación. Tiempo ha que no me subo al helicóptero para verme desde arriba. Hace seis años escribía: “Esto no tiene edad, camino de los sesenta y planteándome la vida.” Entonces debía de estar más optimista porque añadía”signo de lucidez”. Ahora no sé si es signo de lucidez o necesidad de movimiento. Paro, me observo un poquito y tengo la impresión de ser algo parecido a una estatua, como si mi cuerpo estuviera anclado, en realidad como si no lo sintiera, me hubiera acostumbrado a llevarlo encima de la misma forma como se viste uno cuando se levanta por la mañana. Como si me vistiera con mis paseos y mi trabajo en la huerta y luego me echara por encima, para sentirme abrigadita, la toquilla (me gusta esta palabra, tiene madre) de la música o de la lectura. ¿Pereza? ¿Qué habita en mi interior?

Escribir me ayuda a verme por dentro, a descubrir las sensaciones que me procura la audición de un Nocturno de Chopin, por ejemplo, o la emoción que me llena mientras veo una película como Madre e hijo de Sokurov, o ser consciente de lo que me puede cuestionar la lectura de un buen artículo o de los Ensayos de Montaigne a los que acabo de volver.

Es bueno tener tiempo pero es también peligroso. Ves al principio un campo inmenso abierto ante ti y te empeñas en llenarlo y cuanto más lleno está más fácilmente se trivializa e incluso vuelve la impresión de no tener tiempo. Calma, mucha calma: en Venezuela escribía: Oigo el agua rompiéndose contra las rocas desde lo alto, desde la Laguna de los Patos. Siento la brisa sobre mis piernas desnudas, el cosquilleo de una mosca que se posa una y otra vez sobre ellas. Miro el frailejón que he dibujado. Siento la luz del sol, que me obliga a ponerme las gafas. El agua que baja de la montaña ha penetrado en la tierra, huele a mojado. Mis pies se hunden en la hierba y sienten el suelo mullido y empapado. Estoy feliz.

Aprender del pasado. Volver a escribir.

12 de septiembre de 2014

Derrota. Cansancio, de Alfonsina Storni


Cuando te sientes pequeña, poca cosa, cuando has sido derrotada en tus intenciones de salvar un momento difícil, cuando te levantas por la mañana y miras sin ver, cuando el silencio se desborda y te anega o el ruido no te deja sentirte, cuando no eres capaz de arreglar una avería porque has olvidado cómo hacerlo o seguir los pasos para comprender su origen, cuando te pones a escribir y tus palabras te parecen vanas y torpes, cuando te sientes nimia, fútil y baladí.



Cansancio

Todos, todos tenemos una hora cobarde,
una hora de hastío cuando muere la tarde.

Cuando se va el amigo que nos trae calor,
el amigo de oro, el Mago Gestador.

Cuando se juntan todas las impresiones malas
y el alma es un tejido de finísimas alas.

Cuando puede decirse: lo que fue no será;
lo que no hice hoy no lo haré nunca ya.

Es entonces, cobarde, que me acosa el deseo
de no ser y ni pienso, ni trabajo, ni creo.

Es una nulidad completa de mí misma
que me asusta y me hiere, me subyuga y abisma.

Es entonces que yo quisiera ser así
como una cosa nimia, fútil y baladí.

Un chicle que se lleva guardado en el bolsillo,
una prenda cualquiera, un reloj, un anillo...

Ser una cosa muerta que la llevan cargada
y que no sabe nada y que no piensa nada.

…......................................................................

Todos, todos tenemos una hora cobarde,
una hora de hastío cuando muere la tarde.


La inquietud del rosal (1916)


17 de agosto de 2014

La mujer en las óperas de Wagner (y VI); Kundry (Parsifal)

Parsifal es una ópera muy compleja que da lugar a interpretaciones diferentes según la aproximación a la obra esté más o menos cercana a la religiosidad, al misticismo, al orientalismo o a lo más puramente humano, es decir, según el oyente y sus circunstancias. Fuera de lo que Wagner quisiera decir, pienso que lo importante es lo que cada uno sintamos e interpretemos, o simplemente sintamos, que gozar de la emoción es lo más deseable ante una obra de arte.

Siguiendo con "mis mujeres" me limito al personaje; en este caso Kundry, única mujer, triple eso sí, tal bruja- seductora-santa, de Parsifal.

Kundry tiene algo de todas las protagonistas femeninas de las óperas wagnerianas. Al igual que Isolda se tiene que morir, sin más, cuando muere Tristán, Kundry muere sola, cuando ha cumplido, Todas han intentado conseguir el amor, la redención y la salvación del otro. Senta, Elisabeth y Elsa no han sido capaces pero mueren también cuando ya no tienen oportunidad de conseguirlo, a Senta no la cree el Holandés, Tannhauser ya ha sido condenado por el Papa y Lohengrin regresa al castillo del Santo Grial. La existencia de cualquiera de ellas no tiene ya sentido por sí misma. Kundry, además, tiene que expiar su pasado de la misma manera que Elsa tiene que sufrir la consecuencia de sus equivocaciones.

Por otro lado, Kundry tiene la fuerza, la valentía y la voluntad de Brunilde. Ambas tienen una relación ambigua, madre-amante con sus oponentes masculinos, Sigfrido y Parsifal. Su sacrificio final tiene un carácter más amplio, no es ya redimir o salvar aun hombre, es salvar al mundo de la lucha por el poder o redimirlo ante Dios.

Preludio. Orquesta Filarmónica de Viena dirigida por Sir George Solti


Kundry es quizá el personaje femenino más complejo, interesante y fascinante de las óperas de Wagner. Ha sido tratado de diversas maneras según la concepción de cada director de escena, en ocasiones siendo un personaje culpable que intenta redimirse o incluso en otras presentándola como mala malísima haciendo daño al resto de personajes incluido Klingsor. La visión de Kundry que yo doy aquí, a partir del montaje que yo he visto, es diferente.

Para mí, en Parsifal, la última ópera compuesta por Wagner, hay dos personajes femeninos, de características opuestas, reunidos en uno sólo: Kundry. Durante el primer acto Kundry es una mujer cercana a la magia, a una religión basada más en el culto a la naturaleza, atormentada, áspera, incluso agresiva, permanece a la defensiva, se esconde, se lamenta, gruñe, ríe como, según la leyenda, se rió de Cristo cuando se encontró con él. En el Parsifal de Wolfram von Eschenbach, sobre el que se basa el libreto de la ópera, Kundry es una pagana.

Aquí Kundry está interpretada por Linda Watson. Gurnemanz es Hans Soti. La orquesta del Festival de Bayreuth está dirigida por Giuseppe Sinopoli. La versión fue de Wolfgang Wagner, una versión en la que el color, distinto para cada ambiente, la iluminación y un decorado geométrico  dan lugar a una puesta en escena llamativa y curiosa.



ESCUDERO PRIMERO
¿Acaso viene volando?

ESCUDERO SEGUNDO
Al fin pisa la tierra.

ESCUDERO PRIMERO 
Sus crines fustigan la hierba.

ESCUDERO SEGUNDO
La salvaje se ha apeado de un salto.

(Entra Kundry)

KUNDRY
¡Toma! ¡El bálsamo! ¡Cógelo!

GURNEMANZ
¿De dónde lo has cogido?

KUNDRY
Más lejos de lo que puedas imaginar.
Si este bálsamo falla 
puedes jurar que Arabia 
no tiene nada para remediarle. 
No preguntes. 

¡Estoy rendida!

(Aparece un cortejo que acompaña 
la litera donde yace Amfortas)

GURNEMANZ
Ya viene, conducido por los nuestros. 
¡Ay! Qué opresión siento en el alma 
al verle, en la flor de su edad viril,
señor de tan gran linaje,
siempre esclavo de su mal cruel. 
¡Con cuidado! ¡Ved que el rey sufre!

AMFORTAS
¡Basta! Descansemos un poco. 
Después de una noche espantosa 
nace la aurora en el bosque. 
Las ondas del lago sagrado 
me traerán consuelo
y calmarán el dolor 
que la negra noche ilumina. 
¡Gawan!

CABALLERO SEGUNDO
¡Señor! Gawan se ha marchado 
al ver que las hierbas, 
tan duramente logradas, 
carecían de virtud para ti, 
ha reemprendido su camino 
en busca de otro remedio.

AMFORTAS
¿Sin autorización? 
¡Infringiendo las leyes del Grial!
¡Ay de él si, por su audacia, 
cae en las redes de Klingsor! 
¡Que nadie turbe mi paz!
Espero al que me está predestinado. 
"Piedad engendra sabiduría"... 
¿No era así?

GURNEMANZ
Así nos lo dijiste.

AMFORTAS
" ... en el necio casto". 
Creo reconocerlo...
para mí será la muerte.

GURNEMANZ
(ofreciéndole el frasco que antes 
ha recibido de Kundry.)
Mas antes, prueba aún este bálsamo.

AMFORTAS
¿De dónde procede este jugo?

GURNEMANZ
Lo han traído de la Arabia para ti.

AMFORTAS
¿Y quién lo obtuvo?

GURNEMANZ
Allí está, la mujer salvaje. 
¡Eh! ¡Kundry! ¡Acércate! 

AMFORTAS
¿Tú, Kundry? 
¿Debo darte de nuevo las gracias, 
sirvienta infatigable? 
¡Pues bien! 
Probaré todavía este bálsamo 
para agradecer tu constancia.

KUNDRY
No me des las gracias. 
¡Ja, ja! ¿Crees que te servirá de algo?
¡Vete hacia el baño!

ESCUDERO TERCERO
¡Eh! ¡Tú!
¿Por qué yaces aquí como un animal?

KUNDRY
¿No es aquí sagrado, un animal?

ESCUDERO TERCERO
Sí. Pero no estoy seguro 
que tú lo seas.

ESCUDERO CUARTO
Temo que con sus mágicos filtros,
nuestro señor haya perdido la salud
para siempre.

GURNEMANZ
¿Os ha hecho ella daño alguna vez? 
Cuando nada sabemos 
de los hermanos que luchan lejos
¿quién sino ella, 
corre de un lado a otro 
y rauda regresa mensajera afortunada?
¿Acaso la mantenéis? 
¿Se mezcla con vosotros? 
Nada de común tenéis con ella. 
Pero cuando llega el peligro 
y necesitamos ayuda 
surca los aires con celo
sin ni siquiera pedir agradecimiento. 
Creo que si eso es un delito 
sacáis de él mucho provecho.

ESCUDERO TERCERO
Pero ella nos detesta...
¿No ves cómo nos dirige 
una mirada de desprecio?

ESCUDERO CUARTO
¡Es pagana y bruja, además!

GURNEMANZ
Sí, está maldita, ciertamente. 
Vive ahora aquí... 
y quizás de esta forma 
expía errores de otra vida 
reencarnada y aún no castigada. 
Hace penitencia con estas obras 
beneficiosas para nuestros caballeros. 
De esta forma, con su recto proceder, 
sabe hallar nuestro bien y el suyo.
ESCUDERO TERCERO
¿Pero no son también sus culpas 
las que tantos males nos acarrean?

GURNEMANZ
Sí, cuando estaba lejos de nosotros 
nos acaeció más de una desgracia. 
Hace tiempo que la conozco, 
pero Titurel la conoció mucho antes.

Cuando consagraba nuestro castillo 
la encontró, dormida, como muerta.
De esta forma la encontré yo también 
cuando sobrevino la calamidad 
que aquel malvado, 
de más allá de las montañas,
lanzó arteramente contra nosotros. 

(A Kundry)

¡Eh, tú! Atiende y dinos: 
¿por dónde te guiaba tu impulso 
cuando nuestro rey perdió su lanza?

(Kundry mantiene silencio.)

¿Por qué no nos prestaste ayuda?

KUNDRY
Yo... nunca ayudo.

ESCUDERO CUARTO
Ella misma lo dice.

ESCUDERO TERCERO
Si es tan fiel y entusiasta, 
¡mándala a recuperar la perdida lanza!

GURNEMANZ 
Eso es distinto, 
nos está prohibido a todos. 

¡Oh maravillosa, querida,
sagrada lanza! 
¡Que yo haya podido verte 
en manos impías! 

Armado con ella, Amfortas, 
demasiado intrépido...
¿quién pudo protegerle 
contra el autor de los maleficios?
Cerca del castillo 
lo vimos perderse.
Lo cautivó una mujer,
terrible y de gran belleza,
embriagándole con sus abrazos.
La lanza resbaló de entre sus manos... 
¡Un grito mortal! Acudí como el rayo 
en tanto que Klingsor escapaba riendo 
con la sagrada lanza en sus manos.
Cubrí la retirada al rey que escapaba,
mas una herida sangraba en su costado,
herida grave, que nada pudo cerrar.

ESCUDERO TERCERO 
(A Gurnemanz.)
Así pues, ¿viste a Klingsor?

GURNEMANZ
(A los escuderos que 
este momento regresan)
¿Qué tal se encuentra el rey?

ESCUDERO PRIMERO
El baño le calma.

ESCUDERO SEGUNDO
El bálsamo disminuye su fiebre.

GURNEMANZ
(En un aparte.)
Herida grave que nada puede cerrar.

ESCUDERO TERCERO
Cuéntanos, padre, todo lo que sepas. 
¿Viste a Klingsor? ¿Cómo pudo ser?

GURNEMANZ
Titurel, el piadoso héroe, 
lo conoció bien.
Cuando el vil pagano, astuto y fuerte,
ultrajaba el reino de los creyentes,
en la noche vio descender los ángeles 
que del cielo traían, como un mensaje,
sagradas reliquias, 
emblemas de la Pasión.
El Cáliz Sagrado de la Última Cena,
que en la Cruz recogió 
la Sangre Divina
así como la lanza que la vertió.
Tales recuerdos sagrados, en custodia,
a nuestro rey le fueron dados.
Edificó un templo para las reliquias.
Los que acudisteis a su servicio
por sendas que el pecador desconoce
bien sabéis que sólo los puros
podrán juntarse un día
a los hermanos que, 
para traer la salvación a los hombres,
fortalece el Grial con su virtud.
Klingsor, por sus actos,
se ha visto privado de todo ello
a pesar de sus obstinados esfuerzos...
Vivía solitario en el valle
cerca de la tierra de los paganos.
No sé cuales fueron sus pecados,
pero quiso purgarlos 
y vivir santamente como ermitaño...
Sin voluntad para dominarse, 
pecó por su propia mano
y hacia el Grial se dirigió,
pero el santo guardián lo rechazó.
Entonces la ira enseñó a Klingsor
que con el acto vil de mutilarse
podía aprender malignos hechizos...
Convirtió su desierto en jardín mágico
donde moran hermosas mujeres
esperando a los caballeros del Grial
para darles placeres condenables
y causarles luego, infernales horrores.
El seducido se convierte en esclavo.
Muchos de los nuestros han caído así.
Cuando Titurel, cansado por los años,
eligió a su hijo Amfortas por sucesor,
quiso, a cualquier precio,
poner término al maligno hechizo.
Ya sabéis lo que ocurrió luego:
la lanza cayó en manos de Klingsor.
Con ella puede herir a los santos 
y quizás, algún día ,
apoderarse del Grial.
ESCUDERO CUARTO
¡Es necesario que la lanza 
vuelva a nosotros!

ESCUDERO TERCERO
¡Ah! ¡Quien lo lograra 
tendría gloria y fortuna!

GURNEMANZ
Ante el templo expoliado 
se postra Amfortas con fervor, 
suplicando un signo de gracia. 
Entonces emana del Grial 
una luz divina 
y una sagrada aparición 
le habla de esta manera:
"El necio casto, 
iluminado por la compasión,
sabrá esperar 
a mi elegido".

LOS CUATRO ESCUDEROS 
"El necio casto, 
iluminado por la compasión..."

(De las proximidades del lago llegan
llamadas y gritos)

ESCUDEROS
¡Ay! ¡Ay!

CABALLEROS
¡Eh! ¡Eh!

ESCUDEROS
¡Aquí!

CABALLEROS
¿Quién es el malhechor?

GURNEMANZ 
¿Qué ocurre?

ESCUDERO CUARTO 
¡Allí!

ESCUDERO TERCERO 
¡Aquí!

ESCUDERO SEGUNDO 
¡Un cisne!

ESCUDERO CUARTO 
¡Un cisne salvaje!

ESCUDERO TERCERO 
¡Está herido!

CABALLEROS, ESCUDEROS 
¡Ay pobre! ¡Ay pobre!

GURNEMANZ
¿Quién le habrá herido?

CABALLERO PRIMERO
El rey recibió como buen presagio 
el vuelo del cisne por encima del lago,
cuando de pronto una saeta... 

(Llegan otros caballeros y escuderos
conduciendo a Parsifal.)

CABALLEROS 
¡Él fue! ¡Él fue!

ESCUDEROS
¡Lo mató él!
¡Aquí está el arma.!

CABALLERO SEGUNDO
¡Y he aquí el dardo igual a los suyos!

GURNEMANZ
¿Eres tú quien mató al cisne?

PARSIFAL,
¡Cierto! Lo cacé cuando volaba.

GURNEMANZ
¿Tú hiciste esto? 
¿Y no te arrepientes?

CABALLEROS, ESCUDEROS
¡Castiga al impío!

GURNEMANZ
¡Inaudito crimen!
¿Cómo pudiste matar 
en este sagrado recinto,
donde todo es paz a tu alrededor?
¿Acaso no son mansas las bestias
y no acudían a ti dócilmente?
¿Qué te hizo el cisne fiel?
Volaba en busca de su compañera
para surcar con ella sobre el lago
y consagrar así sus nobles aguas.
¿No te contuvo esto? 
¿Sólo buscaste, cruel muchacho,
el placer de disparar tu arco?
El que fue nuestro cisne querido, 
¿Qué es ahora? ¿No te das cuenta? 
Lo has matado, su sangre se coagula 
y cuelgan sus alas...
Su blanco plumaje has manchado.
Se enturbian sus ojos; 
contempla su mirada.

¿Te das cuenta de tu error?

¿Confiesas, muchacho, 
la gravedad de tu culpa? 
¿Cómo pudiste cometerlo?
PARSIFAL
No sabía nada.

GURNEMANZ
¿De dónde procedes?

PARSIFAL
Lo ignoro.

GURNEMANZ
¿Quién es tu padre?

PARSIFAL
No lo sé.

GURNEMANZ
¿Quién te enseñó el camino?

PARSIFAL
Lo ignoro.

GURNEMANZ
¿Cómo te llamas?

PARSIFAL
Tenía muchos nombres, 
pero ahora no recuerdo ninguno.

GURNEMANZ
¿No sabes nada de nada?

¡No he conocido a nadie 
tan bobo como él, salvo Kundry!

(A los escuderos)

¡Marcharos!
¡Que el rey no quede solo en el baño!
¡Rápido!

(Gurnemanz y Parsifal quedan solos.
Kundry sigue tumbada a un lado.
Gurnemanz se dirige a Parsifal.)

¡Veamos!
Si nada sabes de lo que pregunto,
cuéntame lo que sepas, 
puesto que alguna cosa deberás saber.

PARSIFAL
Yo tengo madre. Se llama Herzeleida.
En bosques y praderas 
teníamos nuestro hogar.

GURNEMANZ
¿Quién te dio el arco?

PARSIFAL
Yo mismo lo hice 
para alcanzar 
a las águilas salvajes.

GURNEMANZ
Pareces noble 
y de alto linaje; 
¿por qué tu madre no puso 
en tus manos mejores armas?

(Parsifal calla.)

KUNDRY
Huérfano lo parió su madre. 
Gamuret su padre, murió en la guerra. 
Para librar a su hijo de tal peligro 
lo trasladó al desierto 
y lo educó sin armas, 
como a un necio... ¡la loca! 

PARSIFAL
¡Sí! Un día pasaron cerca del bosque, 
cabalgando en hermosos animales,
unos hombres resplandecientes. 
Quise parecerme a ellos pero,
se burlaron y siguieron su camino. 
Quise alcanzarles, 
pero no pude lograrlo. 
Pasé por valles, montañas y yermos 
durante días y noches. 
El arco supo defenderme 
contra fieras y contra gigantes...

KUNDRY
¡Sí! Derribó a gigantes y malvados,
el bravo joven se hizo temer de todos.

PARSIFAL
¿Quién me teme? ¡Di!

KUNDRY
¡Los malvados!

PARSIFAL
Los que me atacaron, ¿eran malvados?

¿Y a quién llamáis bueno?

GURNEMANZ
Lo es tu madre, de la que huiste 
y que tanto llora por ti.
KUNDRY
Acabó su llanto, 
puesto que ha muerto.

PARSIFAL
¿Muerta? ¿Mi madre? ¿Quién lo dice?

KUNDRY
Yo la vi morir, cabalgando por allí. 
Para ti, necio, me dio sus recuerdos. 

(Parsifal se lanza, furioso, contra
Kundry y la agarra por la garganta.
Gurnemanz le retiene.)

GURNEMANZ
¡Insensato joven! ¡Siempre brutal!

¿Qué te ha hecho esta mujer? 
Ha dicho la verdad. 
Kundry nunca miente y dice lo que vio.

PARSIFAL
¡Me ahogo!

(Kundry, viendo desfallecer a
Parsifal, corre hacia una fuente del
bosque. Regresa con un cuerno lleno
de agua, con la que le salpica el
rostro y se la ofrece para beber.)

GURNEMANZ
¡Bien está! Así la gracia del Grial 
aparta el mal, contestando con el bien.

KUNDRY
Nunca hago el bien. 
Quiero descansar, sólo descansar.
¡Estoy agotada!

¡Dormir! ¡Que nadie me despierte!

¡No! ¡Dormir, no! ¡Qué angustia!

¡En vano resisto!
¡Ha llegado el momento!

Dormir... dormir... Lo necesito.


Imagen del segundo acto de esta versión




En el segundo acto Kundry intenta, siguiendo las órdenes de Klingsor, seducir a Parsifal como antes lo había hecho con Amfortas. Kundry no ama al hombre, ni antes a Amfortas ni ahora a Parsifal. No hay amor, pero de su beso, o quizá con lo que le canta antes sobre su madre, surge el conocimiento en Parsifal. Éste, al rechazar a Kundry, una irresistible seductora representante como la Venus de Tannhauser del amor profano, (las teorías posibles del por qué de este rechazo darían para bastantes líneas), comprende y se hace sabio (hasta ese momento Parsifal me recuerda al tontorrón de Sigfrido,con el que creo que tiene unas cuantas coincidencias), entiende el pecado de Amfortas y se vuelve redentor al igual que la en un principio provocativa Kundry le redime a él.

Waltraud Meier y Poul Elming dirigidos por Daniel Barenboim



Incluso se podría decir que hay tres Kundrys ya que en el último acto la Kundry del primero cambia totalmente en su manera de actuar frente a Parsifal y Gurnemanz. Ha abandonado esa religión más cercana a la naturaleza, ahora es cristiana, y, adoptando el papel de la Magdalena, es la portadora del bálsamo y le lava los pies a Parsifal renunciando así al rol de embaucadora del segundo acto. En este tercer acto deberá convertirse en una mujer abnegada, pura, creyente, se habrá despojado de su orgullo y de su individualidad al vivir el amor, no hacia Parsifal, sino a la bondad, a la divinidad.

Eva Randova, Siegfried Jerusalem y Hans Sotin dirigidos por Horst Stein




Kundry estaría en las antípodas de las reflexiones de Wagner hasta este tercer acto a no ser que la viéramos cono un solo personaje culpable que desea redimirse, pero aún así en este acto final podría representar la idea sobre la mujer que Wagner defiende en su obra Ópera y drama. Ya ha adquirido la pureza de la que carecía y puede entrar en la basílica donde finalmente muere sola, lejos ya de Parsifal que ha alcanzado un carácter divino.

Wagner escribe en su ensayo: “La naturaleza de la mujer es el amor entregado sin reservas. La mujer alcanza la individualidad sólo en el momento de la entrega. La mujer verdadera ama incondicionalmente, no tiene elección como ser individual. Sin el amor y el objeto amado ella no tiene ni fuerza ni voluntad, Su orgullo es absorbido conscientemente en lo único que ella es capaz de experimentar, en el amor. Una mujer que no ama en absoluto, es el fenómeno más indigno y más repugnante del mundo. La que ama verdaderamente pone el orgullo en su sacrificio. Su ser entero se entrega.”

Como final tres escenas para disfrutar de los coros. 


El solemne y sublime coro del final del primer acto. James Levine dirige la orquesta.




El coro de las doncellas-flores del segundo acto. Curiosa puesta en escena de la película dirigida por Hans-Jürgen Syberberg.




Y el coro del final de la obra, misticismo y recogimiento, me subyuga por completo y me pone los pelos de punta. Siegfried Jerusalem como Parsifal y la orquesta dirigida por James Levine.



13 de julio de 2014

La mujer en las óperas de Wagner (V): Brunilde, Fricka, Erda y Sieglinde (El anillo del Nibelungo)





Antes de nada: Soy consciente de que muchas de las interpretaciones acerca de los personajes de El anillo del Nibelungo son muy ricas, pueden ser muy sesudas y tienen relación con temas fundamentales como las leyes, el honor, el poder, la libertad, la destrucción de los mitos... Y de que suelen ser muy respetuosas con esta obra suprema de arte, tan mágica, tan indiscutible. Pero... mi enfoque me divierte.

WOTAN
(hablando en sueños)
La sala sagrada del placer tiene
verjas y puertas que me guardan:
¡honor de hombre,
eterno poder,
tiende tu mano a la fama sin límites!


FRICKA
(zarandeándole)
¡Levántate!
Deja de soñar con ilusiones.
¡Despierta esposo y reflexiona!

Ahí está Fricka, representante de la ley y el orden tradicional, la que a pesar de ser diosa, tiene los pies sobre la tierra frente a su esposo Wotan, ensoñado con su castillo, su ansia de poder, su romántico honor, su deseo de fama, su deseo de placer...

Hombre poco precavido, recuerda el precio estipulado. La fortaleza está acabada, ahora hay que pagarla.

Fricka la fuerte en oposición a la debilidad de Wotan que siempre acaba cediendo ante ella. Fricka la guardadora del matrimonio, paciente ante las veleidades de Wotan...

El preocuparme por tu fidelidad me hace pensar con tristeza, como conservarte a mi lado, cuando te marchas a tierras lejanas:una espléndida casa, llena de muebles preciosos, te obligaría a quedarte y descansar.

...y lejos de los placeres del amor del que gusta disfrutar Wotan, nueve hijas con Erda, dos mellizos con una humana...

Oscilante y cambiante es el amor de todos los que tienen vida

...pero bastante molesta por no haber sido consultada antes de contratar a los gigantes para la construcción de la fortaleza.

Pero, vosotros los hombres mantenéis a las mujeres a distancia,para no tener que oírnos y así poder, con tranquilidad ofrecernos a los gigantes.

¡Ah! Pero... ¿y el oro?

¿Podrían utilizarse las gemas brillantes del dorado juguete como hermoso adorno femenino?

Vamos, que tiene más del tópico ideal de mujer mantenido durante siglos que de diosa.

Nada que ver con la sabia Erda, (Madre-Tierra y a la vez profetisa y madre de las Nornas que tejen el destino: Lo que veo, te lo cuentan cada noche las Nornas) ausente de lo que no sea su propio sueño, su rincón de soledad, despreocupada por lo que pueda suceder fuera de él porque en realidad conoce, sabe que el fin de los dioses es irremediable

Sé como era todo, y veo cómo todo es y todo será

El oro del Rin
Erda: Hanna Schward. 
Wotan: Robert Hale 


ERDA 
(señalando con la mano a Wotan)
¡Cede, Wotan, cede!
¡Escapa a la maldición del anillo!
Su posesión 
te condena a una oscura 
e irremisible destrucción.

WOTAN 
¿Quién eres tú, mujer amenazadora?

ERDA 
Sé como era todo, 
y veo cómo todo es 
y todo será,
también lo veo
Erda la primitiva mujer 
del mundo imperecedero,
te aconseja ahora.
Tres hijas 
concebí de manera primitiva 
y llevé en mi vientre. 
Lo que veo, 
te lo cuentan cada noche las Nornas.
Pero el mayor de los peligros 
es lo que me trae hoy 
ante ti:
¡Escúchame, escúchame, escúchame!
Todo lo que ahora existe, morirá.
Un día oscuro 
amanece sobre los dioses.
Te lo aconsejo: evita el anillo.

(Erda se hunde lentamente hasta el
pecho)

WOTAN 
Misteriosas y grandes 
suenan en mi tus palabras.
¡Quédate, así llegaré a saber más!

ERDA 
(hundiéndose)
Ya te he avisado, 
ya sabes lo suficiente.
¡Piénsatelo con miedo y pavor!

(Desaparece)

En el segundo acto Fricka vuelve como defensora del matrimonio y obliga a Wotan a dar marcha atrás en su primera decisión de ayudar a Siegmund, sobre el que recae la mancha del adulterio y a la vez del incesto. Demasiado para Fricka que además tendría que ver el triunfo del amor de Siegmund y Siglinde, testimonios del adulterio de Wotan, y así, exige la victoria de Hunding.

Su escudo (el de la walkyria) hoy protegerá el sagrado honor de tu eterna esposa

El oro del Rin
Fricka: Kirsten Flagstad
Wotan: George London


FRICKA 
(con sobresalto)
Wotan, esposo, despierta!

WOTAN 
(hablando en sueños)
La sala sagrada del placer tiene
verjas y puertas que me guardan:
¡honor de hombre, 
eterno poder,
tiende tu mano a la fama sin límites!

FRICKA 
(zarandeándole)
¡Levántate! 
Deja de soñar con ilusiones.
¡Despierta esposo y reflexiona!

WOTAN 
(despierta. Su mirada es atraída por
la visión de la fortaleza)
¡La eterna tarea acabada!
Sobre la cima de la montaña 
se alza la fortaleza de los dioses:
¡gloriosamente se contonea 
el resplandeciente edificio!
¡Tal como lo imaginé en mis sueños, 
tal como lo deseo mi voluntad,
fuerte y hermoso 
se muestra; 
majestuoso, maravilloso edificio!

FRICKA 
¿Tan sólo te produce alegría?
A mí me da miedo.
La fortaleza a ti te causa placer, 
y yo temo por Freia.
Hombre poco precavido, 
recuerda el precio estipulado.
La fortaleza está acabada, 
ahora hay que pagarla.
¿Has olvidado lo que prometiste?

WOTAN 
Bien sé lo que estipularon 
los que construyeron la fortaleza.
Mediante un contrato, 
domé a esa raza de insolentes 
y les hice construir para mí 
esta gloriosa casa.
Ahora, ahí se alza, 
gracias a su fuerza.
Y por el precio no te preocupes.

FRICKA 
¡Oh imprudencia y ligereza!
Si yo hubiera sabido tu contrato, 
habría evitado el fraude.
Pero, vosotros los hombres 
mantenéis a las mujeres a distancia,
para no tener que oírnos 
y así poder, con tranquilidad
ofrecernos a los gigantes.
Después, sin reflexionar 
les ofreciste a Freia, 
mi divina hermana, 
y te alegraste con el malvado trato.
Hombres duros,
¿qué tenéis de sagrado y de valor
cuando perseguís el ansiado poder?

WOTAN 
¿No era la misma ansia de poder 
la que Fricka demostraba cuando
me suplicaba que hiciera el edificio?

FRICKA 
El preocuparme por tu fidelidad 
me hace pensar con tristeza, 
como conservarte a mi lado, 
cuando te marchas a tierras lejanas:
una espléndida casa, 
llena de muebles preciosos, 
te obligaría a quedarte y descansar.
En cambio tú, cuando la construiste,
sólo pensabas en murallas,
que aumentarían tu dominio y poder, 
pero los únicos disturbios
que han habido 
desde que se levantó la fortaleza 
han sido las tormentas.

WOTAN 
(riendo)
Esposa, aunque quisieras 
mantenerme encerrado
en la fortaleza, 
debes aceptar que, como un Dios, 
incluso confinado en el castillo, 
debo conquistar el mundo exterior.
Oscilante y cambiante es el amor 
de todos los que tienen vida.
Este es un pasatiempo 
al que nunca renunciaré.

FRICKA 
¡Esposo desagradable y sin amor!
¿Serías capaz de sacrificar, 
el amor y el aprecio de una mujer,
para ganar poder y dominio,
que no son más que juguetes 
sin ningún valor?

WOTAN 
Cuando te conseguí por esposa, 
tuve que renunciar 
a uno de mis ojos para cortejarte.
¡Qué ridículo es que me riñas ahora!
Honro a las mujeres incluso más
de lo que a ti te gustaría.
Y en cuanto a la querida Freia, 
no renunciaré a ella. 
Nunca tuve la intención de hacerlo.





Siglinde es el amor por encima de todo. Ha descubierto el amor al encontrarse con Siegmund después de haber pasado una existencia denigrante junto a Hunding, su marido, su raptor y, además, asesino de su madre. Abandona a Siegmund, ya muerto, sólo cuando sabe que espera un hijo de él, Sigfrido. El encuentro entre ambos es una de las piezas más hermosas de La Walkiria.

La Walkiria
Sieglinde: Astrid Varnay
Siegmund: Lauritz Melchior


SIEGLINDE
Tú eres la primavera
por la que yo suspiraba
en el helado tiempo del invierno.
Mi corazón te saludó
con sagrado temor
cuando tu mirada floreció para mí
por primera vez.
Desde siempre
todo lo veía yo extraño,
lo próximo era enemigo;
extraño me era todo
lo que se me acercaba.
Pero a ti te reconocí en seguida
apenas te vi supe que eras mío;
lo que ocultaba en el pecho,
lo que soy,
claro como el día emergió de mí:
como sonora vibración 
llegó a mis oídos
cuando en helado,
desierto país extranjero
vi por vez primera al amigo.

SIEGMUND
¡Oh, dulcísima delicia!
¡Mujer divina!

SIEGLINDE
Oh, deja que me incline ante ti,
que vea con claridad
ese augusto brillo
que emana de tus ojos 
y del rostro
y tan dulcemente
me subyuga los sentidos.
SIEGMUND
A la luna de primavera
resplandeces luminosa,
sublime su halo rodea 
tu cabello ondulante:
fácilmente veo lo que me cautiva,
pues mi mirada se deleita
en cuanto contempla.

SIEGLINDE
¡Qué despejada está tu frente,
el ramillete de tus venas 
se entrelaza en las sienes!
¡Tengo miedo de la felicidad
que me embelesa!
Un prodigio hace recordar
que hoy te he visto 
por primera vez,
pero que mis ojos ya te habían visto!

SIEGMUND
Un sueño de amor 
también me hace recordar:
¡que yo ya te había visto llevado
por mi ardiente deseo!

SIEGLINDE
En el arroyo contemplé 
mi propia imagen...
y ahora la percibo de nuevo:
¡como antes emergiera
a la superficie del agua,
así me ofreces tú ahora mi imagen!

SIEGMUND
Tú eres la imagen 
que yo ocultaba dentro de mí.

SIEGLINDE
¡Oh, calla! 
Déjame escuchar tu voz:
me parece haberla oído 
siendo niña.
¡Mas, no! La oí recientemente,
mientras el bosque 
me devolvía el eco de la mía.

SIEGMUND
¡Oh, dulcísimo sonido, 
el que escucho!

SIEGLINDE
Me ilumina la llama de tus ojos:
así me miró 
el anciano al saludarme;
cuando dio consuelo 
a mi tristeza.
Por la mirada he visto 
que eres hijo suyo
¡quisiera darte 
su mismo nombre!
¿De verdad te llamas Wehwalt?

SIEGMUND
No me llamo así 
desde que tú me amas:
¡ahora poseo 
las más sublimes delicias!

SIEGLINDE
¿Y no puedes llamarte 
Mensajero de la Paz?

SIEGMUND
Llámame como tú quieras 
que me llame:
¡de ti tomaré mi nombre!

SIEGLINDE
¿Pero no llamaste Lobo a tu padre?

SIEGMUND
¡Un lobo era él 
para los cobardes zorros!
Pero aquel a quien tan orgulloso
le brillaba el ojo
como a ti, nobilísima, 
te brillan los tuyos,
se llamaba Wälse.

SIEGLINDE
Si era Wälse tu padre
y tú eres un welsungo,
él clavó 
para ti su espada
en el tronco,
déjame llamarte 
como quiera:
¡te llamaré Siegmund!

SIEGMUND
(se levanta de golpe y corre al
tronco del fresno)
¡Siegmund me llamo y Siegmund soy!
¡Testimónielo esta espada
que sin miedo cojo!
Wälse me prometió 
que la encontraría
cuando la necesitara: 
¡ahora la cojo!
Supremo sufrimiento 
del amor sagrado,
extrema aflicción 
del fuerte deseo
abrasa mi pecho
empujándome a luchar 
hasta la muerte.
¡Notung! ¡Notung! 
Así te llamo, espada.
¡Notung! ¡Notung! 
¡Precioso acero!
¡Muestra de tu filo 
los cortantes dientes!
¡Sal de tu vaina!

(arranca del tronco la espada con
un poderoso tirón y la muestra a
Sieglinde, embargada de asombro y
entusiasmo)

¡Estás viendo a Siegmund, mujer,
al weslungo!
Como dote nupcial 
traigo esta espada.
Así pretende él
a la más divina de las mujeres,
de la casa del enemigo 
así te rapta.
Lejos de aquí, 
sígueme ahora,
vayamos donde ríe la primavera:
¡allí te protegerá Notung, 
la espada,
aunque Siegmund
muera de amor por ti!
SIEGLINDE
Si es Siegmund 
el que veo,
yo soy Sieglinde,  
que te desea:
¡a tu propia hermana
acabas de conquistar  
con tu espada!

SIEGMUND
Novia y hermana eres 
para el hermano:
¡florece así, pues, 
sangre de los weslungos!


Tan hermosa como la que pertenece al tercer acto cuando pide a Brunilde que la ayude a salvar a su hijo. Un emocionante canto a la vida.

La Walkiria
Sieglinde: Waltraud Meier
Brunilde: Nina Stemme



BRUNILDA
¡Helmwige, escúchame!

HELMWIGE
Obedezco al padre.

BRUNILDA
¡Grimgerde! ¡Gerhilde! 
¡Cededme vuestro corcel!
¡Schwertleite! ¡Siegrune! 
¡Ved mi angustia!
¡Oh, sedme fieles, 
como yo lo fui con vosotras!
¡Salvad a esta pobre mujer!

SIEGLINDE
(que hasta ahora ha permanecido
sombría y fría, con la mirada fija
delante de sí, se sobresalta con un
gesto de rechazo cuando Brunilda
la abraza como para protegerla)
No sufras por mí:
sólo me conviene la muerte.
¿Quién te ordenó, virgen,
sustraerme al combate?
Allí, en la liza, 
hubiera recibido el golpe
de la misma arma 
que abatió a Siegmund:
¡el fin hubiera encontrado
junto a él!
¡Lejos de Siegmund, de Siegmund,
estoy ahora!
¡Estaríamos unidos por la muerte!
Si no debo maldecirte,
virgen, por haberme salvado,
oye, entonces, 
mi súplica:
¡clávame tu espada en el corazón!

BRUNILDA
¡Vive, oh mujer, 
por el bien de tu amor!
Salva la prenda 
que recibiste de él:
¡un welsungo crece en tu seno!

SIEGLINDE
(de inmediato su rostro resplandece
de alegría)
¡Sálvame, osada! 
¡Salva a mi hijo!
¡Concededme, vírgenes,
vuestra poderosa protección!

WALTRAUTE
(desde la atalaya)
¡Ya llega la tormenta!

ORTLINDE
(igual)
¡Huya quien la tema!

LAS OTRAS SEIS 
WALKYRIAS
¡Llévate a la mujer, 
si la amenaza un peligro!
¡Ninguna de las walkyrias 
osará protegerla!

SIEGLINDE
¡Sálvame, virgen! 
¡Salva a la madre!

BRUNILDA
¡Así pues, huye deprisa, 
y huye sola!
Yo me quedo,
me ofreceré a la venganza de Wotan:
retendré aquí junto a mí 
al airado,
mientras tú escapas a su rabia.

SIEGLINDE
¿A dónde debo dirigirme?

BRUNILDA
¿Cuál de vosotras, hermanas, 
conoce el este?

SIEGRUNE, ROSSWEISSE
Hacia el este, a lo lejos, 
se extiende un bosque:
el tesoro de los nibelungos
se llevó hasta allí Fafner.

SCHWERTLEITE, HELMWIGE
Figura de reptil 
adoptó el salvaje;
¡en una cueva guarda 
el anillo de Alberich!

GRIMGERDE
No es aquél lugar seguro 
para una mujer indefensa.

BRUNILDA
Pero seguramente el bosque 
la protegerá de la furia de Wotan;
el poderoso le teme, 
y evita el lugar.

WALTRAUTE
(desde la atalaya)
¡Airado se acerca Wotan 
hacia la roca!

LAS SEIS WALKYRIAS
¡Brunilda, escucha el fragor 
de su llegada!

BRUNILDA
¡Vete lejos, 
rumbo al este!
Con valiente obstinación 
soporta todas las fatigas,
hambre y sed, zarzas y piedras;
¡ríe si la necesidad, 
si el sufrimiento te maltrata!
Debes saber una cosa 
y defenderla siempre:
¡al más sublime 
héroe del mundo
cobijas tú, oh mujer, 
en el seno protector!

(Extrae los pedazos de la espada 
de Siegmund de debajo de su 
coraza y se los alarga a 
Sieglinde)

Guárdale bien 
los fuertes pedazos de la espada.
Del campo de batalla, de su padre
los sustraje felizmente.
El que, de nuevo forjada,
blandirá un día la espada,
reciba de mí su nombre:
¡"Sigfrido", la alegre victoria!

SIEGLINDE
¡Virgen magnífica!
¡A ti, fiel, 
debo sagrado consuelo!
Por él, 
por el que nosotras amábamos,
salvaré yo lo más amado:
¡sonríate algún día 
la recompensa de mi gratitud!
¡Adiós! 
¡Te bendice el dolor de Sieglinde!

Pero... ¡Ay! Brunilde, mi preferida. Brunilde es otra historia. El polo opuesto a la Elsa de Lohengrin. Fuerte, con personalidad, decidida, segura de sí misma, valiente y voluntariosa, capaz de pasar por encima de quien sea, incluso aunque se trate de Wotan, dios y padre, o de Sigfried, su amante, cuando se ve traicionada por él, o de ella misma al final de la obra para conseguir lo que desea, lo que ama o lo que le demanda su sentido del honor.
Es la más inteligente (que no sabia, ese papel le corresponde a Erda, su madre) de los personajes femeninos de Wagner. Tiene una fuerte influencia sobre Wotan, aunque éste termine por hacer más caso a Fricka y ponga su papel de dios y padre por encima de sus propios deseos, deseos que conoce perfectamente la inteligente e intuitiva Brunilde que no duda en su intento de ayudar a Siegmund y a Siglinde llevando la contraria a su padre.
Es también la única entre todos los que tienen ocasión de tener el anillo, que sabe renunciar a él y de esta manera librar al mundo de la insana lucha por el poder.
Y es maestra, y casi madre (a pesar de ser su tía, ¡vaya saga familiar la de El anillo!), además de amante, de Siegfried, personaje sin valores, inocentón más que inocente, presumido, chulo e inmaduro, hasta el punto de que no puedo entender cómo es capaz no sólo de enamorarse de él sino de aguantarle, por mucho que haya perdido su divinidad y se haya convertido en humana (para colmo tuve la desgracia de conocerle cantado e ¡interpretado! por Siegfried Jerusalem).

Aquí, ejemplos de lo descrito más arriba.

Fricka convence a Wotan para que no ayude a Siegmund y proporcione la victoria a Hunding

La Walkiria
Fricka: Christa Ludwig
Wotan: Hans Hotter


WOTAN
¡La vieja disputa, 
el viejo fastidio!
¡Pero debo mantenerme firme!

FRICKA
Dónde, en las montañas, te ocultas,
para sustraerte 
a la mirada de tu esposa;
sola vengo aquí a buscarte,
para que me prometas ayuda.

WOTAN
Lo que aflige a Fricka 
expóngalo abiertamente.

FRICKA
Supe la desdicha de Hunding,
me llamó pidiendo venganza;
guardiana del matrimonio, 
le escuché,
prometí castigar severamente 
la acción
de la insolente y criminal pareja,
que ofendió osadamente al esposo.

WOTAN
¿Qué mal hizo la pareja
que unió amorosamente 
la primavera?
El hechizo del amor los subyugó:
¿quién puede oponerse 
al poder del amor?

FRICKA
¡Te haces el tonto y el sordo
como si no supieras perfectamente
que clamo por el sagrado juramento
del matrimonio, 
duramente ofendido!

WOTAN
Sacrílego considero yo el juramento
que une a los que no se aman;
no me exijas 
que mantenga por la fuerza 
lo que a ti no te concierne,
donde audazmente 
se manifiestan 
sentimientos limpios,
aconsejo abiertamente la guerra.

FRICKA
¡Si consideras meritorio 
el adulterio,
jáctate y ensalza 
como sagrado
que medre el incesto de la unión
de una pareja de mellizos!
Se me estremece el corazón, 
siento vértigo:
¡nupcialmente abrazó 
la hermana al hermano!
¿Cuándo se ha visto 
que se amaran carnalmente 
dos hermanos?

WOTAN
¡Hoy lo has visto!
Aprende que puede ocurrir,
aunque jamás sucediera antes.
Que ellos se aman 
está claro para ti;
por ello, escucha un consejo sincero;
si la alegría debe premiar 
tu bendición,
entonces bendice, 
sé propicia al amor,
la unión de Siegmund y Sieglinde.

FRICKA
¿Así se acabó, 
la estirpe de los dioses eternos
puesto que engendraste 
a los salvaje welsungos?
Lo he dicho bien claro; 
¿acerté el sentido?
¡Nada vale para ti
el sagrado clan de los dioses!
¡lejos arrojas todo 
lo que antes amabas,
rompes los lazos 
que tú mismo ataste,
te liberas riendo 
de la prisión celestial,
para que sólo impere a su capricho
esta criminal pareja de mellizos,
el rebelde fruto de tu infidelidad!
¡Oh, para qué clamo 
por el matrimonio y el juramento, 
si tú eres el primero en vulnerarlos!
A tu fiel esposa engañaste siempre,
por los valles y las alturas,
lascivamente tu mirada acechaba
para conseguir el placer 
de la variación 
y herir, burlándote,
mi corazón.
Con ánimo entristecido 
tuve que soportar
que fueras al combate 
con las perversas vírgenes 
que te nacieron 
de la unión ilícita:
pues aún respetabas a tu mujer
puesto que sometiste 
a mi obediencia
a la tropa de walkyrias 
y a la misma Brunilda,
fruto de tu deseo.
Pero ahora, 
te gusta cambiar de nombre,
te llamas "Wälse",
y vas como un lobo errante 
por el bosque;
descendiste a la extrema vileza
de engendrar una pareja
de hombres ordinarios,
¡y ahora arrojas a tu mujer
a los pies de tu camada de lobeznos!
¡Llévalo a cabo, pues! 
¡Colma la medida!
¡Deja que pisoteen a la engañada!

WOTAN
Nunca aprendiste, 
a pesar de que quise enseñarte,
a reconocer los hechos
antes de que sucedieran.
Sólo comprendes lo convencional,
pero yo aspiro a comprender
lo que nunca ha sucedido.
Oye esto: la necesidad 
creará un héroe
que, ajeno a la protección divina,
se libere de la ley de los dioses.
Sólo él servirá 
para realizar el acto
que, tan necesario a los dioses,
le está prohibido 
realizarlo a un dios.

FRICKA
Con profundos juicios 
quieres embaucarme:
¿qué gran hazaña podrá realizar 
ese héroe
que no puedan realizar los dioses,
siendo así que sólo actúa 
por gracia de los dioses?

WOTAN
¿No adviertes su valor?

FRICKA
¿Quién se lo inspiró a los hombres?
¿Quién abrió los ojos 
a los imbéciles?
Bajo tu protección parecen fuertes;
gracias a tu estímulo siguen adelante:
sólo tú incitaste a esos que alabas
ante mí, la eterna.
Con nuevas astucias 
quieres engañarme,
confundirme ahora
mediante nuevas intrigas;
pero a este welsungo 
no lo ganarás para ti;
en él es a ti a quien veo, 
pues sólo se atreve a desafiarme,
porque tú le animas a ello.

WOTAN
Sólo gracias 
al sufrimiento
se ha hecho a sí mismo

FRICKA
¡Entonces, no le protejas hoy!
Quítale la espada 
que le regalaste.

WOTAN
¿La espada?

FRICKA
¡Sí, la espada,
la mágica y poderosa espada
que tú, dios, diste a tu hijo!

WOTAN
Siegmund 
ha sabido ganársela.

FRICKA
Tú eres autor 
tanto de su miseria
como de su magnífica espada.
¿Quieres confundirme,
a mí, que día y noche 
sigo tus pasos?
Para él clavaste la espada
en el tronco;
tú le prometiste 
la sublime arma:
¿negarás que sólo tu astucia 
le atrajo
donde la encontró?
Ningún noble combate 
contra esclavos;
el noble se contenta 
con castigar al criminal.
Contra ti puedo luchar; 
pero Siegmund
quedó a mi merced como esclavo.
Al que a ti, su señor, 
sirve y pertenece,
¿debe obedecer tu eterna esposa?
¿Debe injuriarme afrentosamente 
el más abyecto, 
puede insolentarse un ser libre
hasta el punto de mofarse de mí?
Esto no puede quererlo mi esposo,
él no profanará así a la diosa.

WOTAN
¿Qué pides?

FRICKA
¡Apártate del welsungo!

WOTAN
El sigue su camino.

FRICKA
¡Pero no le protejas cuando
al combate 
le llame el vengador!

WOTAN
No le protegeré.

FRICKA
Mírame a los ojos; 
no intentes engañarme;
¡aparta también de él a la walkyria!

WOTAN
La walkyria obra libremente.
FRICKA
¡No! Ella sólo ejecuta tu voluntad;
¡prohíbele la victoria 
de Siegmund!

WOTAN
No puedo abatirlo, 
encontró mi espada.

FRICKA
¡Prívala de la magia, 
rómpesela!
¡Véalo indefenso el enemigo!

(Brunilda aparece con su corcel.
Cuando descubre a Fricka, 
se detiene en seguida)

BRUNILDA
¡Heyaha! ¡Heyaha! ¡Hojotoho!

FRICKA
Ahí viene tu osada virgen;
jubilosa corre hacia aquí.

BRUNILDA
¡Heyaha! ¡Heyaha! 
¡Hojotoho! ¡Hojotoho!

WOTAN
Le he pedido que ensille su corcel
y acuda en ayuda de Siegmund.

FRICKA
¡La sagrada honra de tu esposa eterna 
proteja hoy tu escudo!
Burlados por hombres, 
privados del poder,
nosotros, los dioses, pereceríamos,
si hoy mi derecho no fuera 
augusta y magníficamente vengado
por la valerosa virgen.
Caiga el welsungo 
en aras de mi honra.
¿Estás dispuesto a jurarlo, Wotan?

WOTAN
¡Lo juro!

FRICKA
(a Brunilda)
Te aguarda 
el Padre de los Ejércitos:
él te dirá lo que ha decidido.



Sigfrido despierta a Brunilde y ésta conoce a su liberador que seconvertirá en su amante y luego la abandonará.
Ya, ya sé, involuntariamente, pero la abandonará.
La culpa será de Hagen que utilizará a Gutrune, soltera y sin compromiso, para que Sigfrido, después de beber un filtro mágico,se enamore de ésta y olvide a Brunilde.


Sigfrido
Brunilde: Astrid Varnay

Sigfried: Wolfgang Windgassen


BRUNILDA 
¡Salve, oh sol!
¡Salve, oh luz!
¡Salve, oh resplandeciente día!
Largo fue el sueño
del que desperté.
¿Quién es el héroe
que disipa mi letargo?

SIGFRIDO 
Atravesé el fuego
que cercaba el peñón;
te quité el fuerte yelmo.
Sigfrido se llama
quien te despertó.

BRUNILDA 
¡Salve, oh dioses!
¡Salve, oh mundo!
Te saludo, tierra floreciente.
Mi sueño al fin se acabó;
y despierta puedo
contemplar que Sigfrido
es quien me despertó.

SIGFRIDO 
¡Gloria a la madre
que me engendró!

BRUNILDA 
¡Gloria a la madre
que te engendró!

SIGFRIDO 
¡Salve a la tierra
que me nutrió!

BRUNILDA 
¡Salve a la tierra
que te nutrió!

SIGFRIDO 
Porque puedo contemplar dichoso
tus ojos, que ahora me sonríen 


Cuando se ve abandonada por Sigfrido Brunilde se entristece, se indigna y, finalmente, monta en cólera. Decide vengarse.


El ocaso de los dioses
Brunilde: Gwyneth Jones
Hagen: Fritz Hübner
Gunther: Franz Mazura


¿Qué astucia malvada 
se esconde tras de todo esto?
¿Qué brujería lo provocó?
¿Dónde encontraré la sabiduría
que me permita 
aclarar esta confusión?
¿Dónde están mis hechizos
que me aclaren este enigma?
¡Oh, desgracia! ¡Desgracia!
¡Dolor, sí dolor!
Todos mis conocimientos 
han pasado a él....
Con su poder 
detiene a la muchacha  
y con sus garras agarra a su presa, 
y aunque ella gima de dolor, 
él, el rico, la regala a otro.
¿Quién puede ofrecerme la espada
con la que pueda romper 
estos lazos que nos unen?

HAGEN
(acercándose a Brunilda)
Confía en mí, mujer engañada.
Yo me vengaré 
de aquél que te traicionó.

BRUNILDA
(mirando alrededor, abatida)
¿De quién?

HAGEN
¡De Sigfrido, que te traicionó!

BRUNILDA
¿De Sigfrido?  ¿Tú?

(sonriendo amargamente)

Con una sola mirada 
de sus ojos ardientes,
una mirada como 
la que brilló sobre mí,
y hará que tu gran coraje 
se convierta en miedo.

HAGEN
Entonces, ¿mi lanza no debe
ser lanzada contra este perjuro?

BRUNILDA
No vale la pena molestarse 
por juramentos y perjurios.
¡Tendrás que dotar 
de más fortaleza a tu lanza,
si quieres vencer al más poderoso!

HAGEN
Conozco bien la fuerza 
invencible de Sigfrido que
hace difícil de matarlo en la batalla.
Por ello tú puedes darme 
un consejo útil: 
¿Cómo puedo vencer al héroe?

BRUNILDA
¡Oh ingratitud!
¡Qué vil recompensa!
¡Todas las artes que conocía
las empleé para dotarle
de salud a su cuerpo!
Pues sin ni siquiera saberlo él,
fue envuelto por una magia 
que no permite que nadie le hiera.

HAGEN
¿Ningún arma puede herirle?

BRUNILDA
¡No en la batalla! Pero,
si le golpeas en la espalda... 
Yo sabía que nunca 
cedería ante el enemigo,
que no le daría la espalda huyendo,
así que ahí nunca le concedí 
el beneficio de mis hechizos.

HAGEN
¡Y ahí mi lanza le golpeará!

(se vuelve con rapidez a Brunilda y
a Gunther) 

¡Levántate Gunther!
¡Noble gibichungo!
Ahí tienes a tu valiente esposa:
¿pero qué haces ahí tan abatido?

GUNTHER
(levantándose con desesperación)
¡Qué deshonra!
¡Qué vergüenza!
¡Estoy maldito! Yo...
¡El más desgraciado de los hombres!

HAGEN
Estás deshonrado:
¿acaso puedo negarlo?

BRUNILDA
(a Gunther)
¡Hombre cobarde!
¡Falso compañero!
Te escondiste 
detrás del héroe 
para que él te consiguiera 
el precio de la fama.
¡Hasta el fondo se hundió 
tu altiva estirpe 
cuando procreó un cobarde como tú!

GUNTHER
(fuera de sí)
¡Engañé y fui engañado!.
¡Traicioné y soy traicionado!.
¡Rómpeme los huesos!
¡Destrózame el corazón!
¡Ayúdame Hagen! 
¡Ayuda a mi honor!
¡Ayuda a tu madre 
que también a mí me alumbró!

HAGEN
Ninguna inteligencia te ayudará,
ningunas manos te ayudarán:
sólo te ayudará...
¡La muerte de Sigfrido!

GUNTHER
(horrorizado)
¡La muerte de Sigfrido!

HAGEN
¡Sólo eso pagará tu deshonra!

GUNTHER
(mirando hacia adelante)
¡Nos juramos ser 
hermanos de sangre!

HAGEN
¡Romper un juramento 
sólo puede pagarse con sangre!

GUNTHER
¿Acaso rompió él el juramento?

HAGEN
Sí, ya que te engañó.

GUNTHER
¿Me engañó?

BRUNILDA
¡Él te engañó, y todos 
me engañasteis a mí!
¡Si yo pudiera vengarme,
toda la sangre del mundo no bastaría
para borrar vuestra culpabilidad!
Sin embargo, una sola muerte 
será suficiente para justificaros:
Sigfrido habrá de morir
para así expiar su culpa y la vuestra.

HAGEN
(volviéndose hacia Gunther)
¡Él morirá  para salvarte!.
Tendrás un poder inmenso 
si le quitas el anillo,
y sólo la muerte 
te permitirá arrebatárselo.

GUNTHER
(en voz baja)
¿El anillo de Brunilda?

HAGEN
¡El anillo del nibelungo!

GUNTHER
(suspirando)
¡Ha llegado el fin de Sigfrido!

HAGEN
Su muerte nos beneficiará a todos.

GUNTHER
Pero, ¿y Gutrune?
¡Yo se la entregué a él!
Si así castigamos a su marido...
¿cómo nos justificaremos ante ella?.

BRUNILDA
(enfurecida)
¿Qué me valió mi sabiduría?
¿De qué me sirvieron mis hechizos?
En mi desgracia 
he visto con claridad, 
que Gutrune es la bruja 
que sedujo a mi marido.
¡Que la angustia se apodere de ella!

HAGEN
(a Gunther)
Ya que la muerte de Sigfrido 
la entristecería, ocultémosla.
Mañana saldremos 
a una partida de caza.
El noble se distanciará de nosotros
y un jabalí lo matará.

GUNTHER, BRUNILDA
Así será: 
¡Sigfrido morirá!
Pagará por la deshonra 
que me ha causado.
Ha traicionado 
el juramento de lealtad, 
y con su sangre 
expiará su culpa.
¡Dios omnipotente y vengativo!
¡Tú, Wotan,
que compartes promesas  
y proteges los juramentos, 
pon tu mirada sobre nosotros!
¡Ordena a tus 
terribles huestes 
que escuchen 
nuestro juramento de venganza!

HAGEN
¡El héroe brillante morirá!
El tesoro es mío, 
debe pertenecerme.
Así que deja 
que le arrebaten el anillo.
¡Padre duende!
¡Príncipe caído! 
¡Guardián de la noche!
¡Señor de los nibelungos!
¡Alberico! 
¡Escúchame!.
¡Una vez más ordena 
a las fuerzas nibelungas
que te obedezcan,
a ti, al señor del anillo!


Escena final de El ocaso de los dioses
Brunilde: Gwyneth Jones  


Ahora he tomado 
lo que me pertenecía...
¡Anillo maldito!
¡Terrible anillo!
Cojo tu oro 
y ahora me deshago de él.
A vosotras inteligentes hermanas 
de las profundidades,
ninfas nadadoras del Rin,
os doy las gracias 
por vuestro buen consejo.
Os entregaré 
lo que tanto deseáis:
¡Cogedlo de entre mis cenizas!
¡Este fuego que me quema
limpiará el anillo de su maldición!
Vosotras en el agua
lo disolveréis 
y con cuidado protegeréis 
este oro brillante que 
tan vilmente os fue robado.
(se ha puesto el anillo en el dedo 
y se vuelve ahora hacia el montón
de leña, sobre el que yace,
extendido, el cuerpo exánime de
Sigfrido. Le arrebata a uno de los
soldados una enorme antorcha, la
agita y señala con ella hacia el 
foro)

¡Cuervos, volad a casa!
¡Contadle a vuestro señor 
lo que oísteis decir junto al Rin!
¡Id a la Roca de Brunilda
y decidle a Loge, 
que aún arde allí,
cual es el camino del Walhalla!
¡Ya se acerca 
el fin de los dioses!
¡Así... en la orgullosa fortaleza 
del Walhalla arrojo esta antorcha!

(arroja la antorcha sobre la pira 
de maderas, la cual se inflama con
rapidez. Dos cuervos han echado
a volar desde una roca junto a la
orilla y desaparecen hacia el foro.
Brunilda descubre su caballo, que
en este momento traen dos hombres)

¡Grane caballo mío, 
a ti te saludo!

(ha salido a su encuentro, 
con rapidez le quita las bridas
y despues se inclina cariñosamente
hacia él)

Amigo mío, 
¿también sabes a dónde te llevo?
Tu amo, 
Sigfrido mi héroe glorioso,
yace brillando entre las llamas.
¿Relinchas de ganas de seguir 
los pasos de tu amigo?
¿Acaso las llamas sonrientes 
te atraen hacia él?
Siente como arde 
también mi pecho.
¡El fuego resplandeciente
se ha apoderado de mi corazón...
que ansía abrazarle 
y ser abrazada por él 
y así permanecer unidos 
en un amor monumental!
¡Heiajoho! ¡Grane! 
¡Saluda a tu señor!
¡Sigfrido! ¡Sigfrido! ¡Mira!

(ha subido al caballo y ahora lo
hace encabritarse para prepararlo
para el salto)

¡Tu alegre esposa te saluda!