18 de agosto de 2013

Viajando con Antonio: Amsterdam



Después de cuatro años sin moverme de El Chorrillo salvo dos o tres escapadas a Toulouse he vuelto a viajar aunque esta vez ha sido un viaje aburguesado, nada que ver con mis andares por otros continentes macuto a la espalda, ni siquiera con los viajes por Europa en furgoneta. Vamos, que no ha sido propiamente viajar, más bien pasearme por tres ciudades, Amsterdam, Bélgica y París, utilizando hotel o apartamento, tren de alta velocidad (maravilla de las maravillas eso de poder elegir los días con ofertas baratas) y algún que otro restaurante. Y por primera vez compartiendo muchísimas horas con mi amigo Antonio.







Había estado en Amsterdam en el 84 cuando nuestro hijos tenían cinco y siete años. Viajábamos en una furgoneta comprada de segunda mano y que anteriormente había estado dedicada a transportar durante años, creo recordar, pescado, lo que hizo que nos costara bastante trabajo prepararla para vivir los cinco en ella durante los meses de vacaciones. Quedó preciosa (por dentro, se entiende) y muy bien adaptada a las necesidades tanto de los peques como de las nuestras. Duró unos cuantos años hasta que un día, cerca de Talavera se paró definitivamente lo que derivó, en el verano siguiente, en la primera travesía de la alta ruta de Pirineos para lo que evidentemente no necesitábamos más que las piernas.


Así de jovencita era yo entonces

En el Museo Van Gogh, mis tres churumbeles y yo, entonces no había tanta gente

No escribí nada durante aquel viaje por Holanda y Escandinavia y mis recuerdos de aquella estancia en Amsterdam son sólo imágenes aisladas: un parque en el que dormimos y del que nos echó la poli por la mañana temprano, los canales, algún molino, las visitas a los museos de Van Gogh y Stedelijk y, sobre todo, el puente sobre uno de los canales desde el que Mario jugaba a pescar y donde Guille hizo un dibujo que, traspasado a madera, sigue decorando los bajos de la cama que perteneció a Mario. 





Así que en gran parte éste de ahora ha sido un primer viaje a Amsterdam, ventajas de ser una desmemoriada. Cuatro días de paseos con lluvia, frío, sol, calor asfixiante, así que conocimos la ciudad en todas sus posibilidades climáticas.





En el Rijksmuseum Rembrandt anciano parece decir que así es la vida, que lo que hay no es lo esperado, las ilusiones desaparecen y queda un poso de tristeza y escepticismo. De Vermeer me gustan las escenas cotidianas e íntimas como en La mujer leyendo una carta. Franz Hals siempre me ha hecho disfrutar a través de sus retratos, tanto individuales como colectivos, personajes llenos de vitalidad y naturalidad, captados, como si de una fotografía se tratase, en momentos precisos de su actividad habitual. Pero también las pequeñas obras de Pieter de Hooch a través de las que puedo acercarme a la vida diaria de los holandeses del XVII.

Llueve en cantidad y llegamos chorreando al barco-hotel. Tiene una parte común, luminosa y agradable donde tomarte un café y leer tranquilamente y una terraza de la que podremos disfrutar las dos últimas noches ya sin lluvia ni frío.




¿Y qué comemos al día siguiente de nuestra llegada? Compartimos una ración de chorizo frito, unas sardinas a la plancha, y champiñón al ajillo que a pesar de servírnoslo en una tasca española tiene encima un gruesa capa de queso que tapa totalmente el sabor al ajito frito que esperábamos. Me decido a entrar con Antonio al museo Van Gogh. Tenía un recuerdo muy claro de este museo y dudé entre él y el del trópico por esa afición a la historia que mantengo. No había días para todo lo que podía interesar, la próxima vez. Antonio que está enamorado hasta la médula de Van Gogh no sale del museo hasta que le echan, yo espero fuera rodeada de españoles y latinoamericanos.
¡Ah! Y no olvidar la preciosa e interesante casa de Rembrandt.





Por la noche escucho a Bostridge en los liederkreis de Schumann. No acaba de gustarme este tenor, me deja fría con su timbre monótono. Sí disfruto con Gregory Kunde y su disco In Love and War.









2 comentarios:

Alberto de la Madrid dijo...

Me gusta, deberías animarte. Cuando desempolvas la memoria y lo mezclas con el presente queda muy bien.
Y por memoria no va a faltar...

Noches de luna dijo...

Gracias, Pichón. Lo intentaré aunque son los hechos y sensaciones a recordar lo que no faltan, otra cosa es la memoria.