31 de octubre de 2011

Niebla. El grito, de Antonioni





La bellísima fotografía de Gianni di Venanzo es esencial para que la niebla comparta el protagonismo de El grito con su principal personaje, Aldo. La niebla persiste a lo largo de la película tanto en el paisaje como en la historia y en los propios personajes. Aldo, con una interpretación magnífica de Steve Cochran, la lleva dentro. La adquiere, en el momento en que lo definitivo, lo sin remedio le inunda; no le han servido sus ruegos, la presencia de los detalles cotidianos, un torpe regalo a destiempo, el intento de empezar de nuevo en la casa que con sus mínimos detalles representa los siete años que ha vivido con Irma, no le ha servido su violencia. Y hundido en esa niebla huye buscando afecto, tranquilidad, una mujer en la que refugiarse. Mujeres desdichadas que Antonioni presenta fuertes, resueltas pero a la postre resignadas ante la imposibilidad de salir de una vida gris, sin futuro. Un magnífico retrato de personajes secundarios tan neblinosos como Aldo que van dejando en el espectador un poso cada vez más explícito de lo irremediable de la soledad. Mujeres que quieren vivir una vida mejor pero no pueden dejar a un lado aquello que se lo impide, sea el pequeño orgullo frente a una situación en la que se saben sustitutas, sea la atención a un padre. Irma, salvo en la primera parte de la película en que adquiere un mayor protagonismo personal ejerce el papel imprescindible de ser el detonante de la historia, el origen de esa niebla que nos acompaña durante todo el film y elemento necesario para el final, para que su grito, como el del compañero de Aldo al principio de la historia avisándole de la presencia de Irma, como el grito callado, íntimo de él reclamando un atisbo de felicidad durante su recorrido en busca de una estabilidad afectiva, desencadene el silencio total.




 

Acompañamos a Aldo en su búsqueda que es más una huída, gracias en gran parte a la cuidadísima puesta en escena, llena de detalles que proporcionan realismo a la historia: el interior de las viviendas, sus techos desconchados, la fotografía de algún antepasado, un periódico dejado a los pies de la cama, los zapatos de Irma y del personaje de Betsy Blair (cómo me gusta  a pesar de que tantas veces parece estar haciendo un mismo papel) llenos de barro, las manchas en la ropa de Aldo y de Andreina.



 

9 de octubre de 2011

Cristina García Rodero: Transtempo


(Mis fotos desparecieron del blog y éstas no tienen la resolución adecuada para disfrutarlas, lo lamento)


 

Galicia, 1974 - 2010. Romerías, carnavales, celebraciones religiosas, el mar. Un blanco y negro cuidado, natural, pleno de matices. La instantánea de un gesto. La fotografía de una niña enmarcada como si se tratara de un fragmento, de un chispa en la escena que se nos oculta, grupos alojados entre los retazos de un rostro, de un cuerpo y, en ellos, individualidades, caras que se expresan por sí mismas, auténticos retratos. Todo en un ambiente norteño de neblina, humedad y lluvia.








Si tuviera que utilizar una sola palabra para nombrar lo que Cristina García Rodero me transmite, esta palabra sería emoción. Emoción por los sentimientos que reflejan los gestos, las miradas, los rostros: dolor, alegría, inocencia, miseria, la liberación de la fiesta, desconfianza, tristeza profunda. Y en todo ello siempre el humor y la ternura que pone de su parte. No hay ironía ni cinismo, puede haber crítica pero con una gran respeto. Une lo sublime y lo grotesco, la miseria y la belleza, lo aparentemente simple y la complejidad que hay detrás de cada vida, de cada escena. Rostros embrutecidos. Miradas que transcienden o mejor, son transcendidas por la nuestra.

 

 Así que sonrío ante la inocencia, la inseguridad de un anciano frente a una exuberante negra semidesnuda que le besa. Me emociona la belleza sencilla de una madre que retiene a su hijo junto a su cuerpo. Me hiere el dramatismo de algunas escenas, me indigno… y también juzgo. Indignación ante el poder de la iglesia sobre la gente común y sencilla, la conversión de las creencias en supersticiones, el fomento de la ignorancia;
los confesionarios, las “vueltas sagradas” de mujeres arrodilladas en soledad o acompañadas de un hijo, de unos padres, observadas con curiosidad por un hombre mientras para otros su actitud forma parte de la normalidad y cotidianidad de la fiesta religiosa. Unos rezan y otros se divierten.




Después mis propios recuerdos, la soledad de una adolescente, seria, las manos unidas, los pies cruzados tímidamente en espera de que algo suceda. Inevitablemente veo a la adolescente que fui yo y, mano a mano, a la adolescente de Munch.



La muerte presente en el cementerio, en los ataúdes ocupados por vivos que abren los ojos, que se abanican como en una burla a la muerte.





 Y más: el mar...


puro cine negro...


abuelas....


 adolescencia...


ambiente de lucha y diversión...



14 de agosto de 2011

Entreacto de René Clair. Mi crítica en Film Affinity



Surrealista, sugerente, dinámica e imprescindible.




La primera parte de Entreacto, creada para ser proyectada tras la obertura del ballet Relâche del que Francis Picabia escribió el libreto, anuncia el cautivador y perturbador despropósito de lo que va a ser el resto de la película, proyectada en su estreno durante el intermedio del ballet.

Erik Satie puso la música, una partitura que no cumple una simple función de acompañante. La música y las imágenes se integran en una sola entidad, hay una compenetración total entre el ritmo sonoro y el visual.

No hay historia pero sí un guión, escrito a partir de unas anotaciones de Picabia, que comprende sucesivos fragmentos inconexos unidos entre sí por el leitmotiv de la imagen de una bailarina. La película nos golpea desde distintos ángulos: sorprende, inquieta -por ejemplo con esas cabezasglobos que se deshinchan-, rompe con la normal percepción de lo real mediante superposiciones, fundidos, giros, cambios de perspectiva y encuadres incoherentes, divierte cuando juega, cuando hace malabarismos con las imágenes y además nos intriga y atrapa mientras narra la aventura surrealista de una carroza fúnebre, su ataúd y sus acompañantes con un ritmo musical y visual cada vez más rápido, y en la que no sucede nada, pero corremos junto a los dolientes y la carroza, cada vez más y más de prisa por caminos, carreteras, campos, parques de atracciones, cruzándonos con barcos, aviones, coches, bicicletas llegando a un final que es como la guinda de un pastel, pequeña pero imprescindible y que cierra la película con un guiño que invita a sonreír.




6 de agosto de 2011

15M Dignidad




Participo desde casa y a veces junto a ellos de sus reivindicaciones, su juventud, su fuerza, su serio optimismo. Les sigo casi de continuo, sobre todo en los momentos más decisivos. Este de  anoche, cinco de agosto, poco antes de las doce de la noche, en la Puerta del Sol es uno de los más emocionantes.

Estábamos dormidos y nos han despertado. Decepcionados, desilusionados desde hace muchos años, desde que la esperanza que pusimos en la transición se nos cayó derrotada por acuerdos, pactos que, no sé, tal vez fueron en parte necesarios. Adaptados, quizá engañados, por “lo bien que vivíamos” y por algunos avances sociales -faltaría más, han pasado muchos años- (y pienso en mejoras en temas como lo referente al matrimonio entre homosexuales, sobre la violencia de género –vaya palabreja-, algunas en relación a los inmigrantes…) que han ocupado primeras planas de la información y entusiasmados por la retirada de las tropas de Irak, nos manteníamos en una planicie algo desértica pero con nuestros pequeños oasis en los que acabamos encerrándonos, adaptados, quizá engañados, repito, escépticos y con la desilusión agazapada en un rinconcito de nuestras personas. Éramos una generación demasiado seria, decíamos, echando la culpa al pasado. Estábamos dormidos y nos despertaron el 15 de mayo, nos habíamos adaptado y volvimos a salir a la calle a gritar y dar botes, éramos serios y sonreímos y nos emocionamos como ayer noche y, sobre todo, hemos vuelto a indignarnos.




Emocionante la entrada del los manifestantes del 15M en la Puerta del Sol. Rostros de todo tipo: jóvenes, bebés, ancianos, gente de cualquier edad, rastras, calvos, tatuados, coquetones y coquetonas, barbudos. Más de mil. Abrazo colectivo, la gente ríe, muestra el símbolo de la victoria, llora… Antes, frente al Ministerio del Interior uno de los heridos por la carga policial del día anterior se dirigió a uno de los policías para hablar con él, le ofreció un clavel, “No voy a coger la flor” se le oyó responder, después aceptó estrecharle la mano. Tienen mucha fuerza, tenemos. Fiesta, alegría y, sobre todo dignidad. La dignidad de la que adolecen los periódicos de hoy.

 “Todo parece indicar que los responsables del orden público pretenden explotar durante agosto los errores cometidos por el 15-M. Su decisión de convertir las protestas en permanentes se ha saldado con una pérdida progresiva de su capacidad de movilización, muy limitada ahora frente a la que demostraron en los días de las elecciones municipales. Los indignados también se han equivocado al considerar que la no intervención policial durante la jornada de reflexión previa al 22 de mayo les había concedido el privilegio de ejercer sus derechos de reunión y manifestación al margen de las leyes, dando por descontada la condescendencia y hasta la resignación de los ciudadanos afectados.” Así, ¿disimuladamente?, El País toma posiciones muy claras. “Los responsables del orden público han contribuido a perturbar la vida ciudadana más de lo que podían haberlo hecho los indignados, al no encontrar otra manera de desalojar a tres centenares escasos de personas más que cerrando a cal y canto zonas completas de la capital, incluyendo el tráfico y el transporte suburbano.”  Vamos a hacer la pelota a los ciudadanos y de paso echamos más leña al fuego. “Lo que puede hacer que la pierdan (se refiere al apoyo de una opinión mayoritaria) es que aparezcan envueltos en un conflicto constante de orden público”. ¿Eso es lo que se busca por parte de los gobiernos centrales y de Madrid? 



Los partidos han reaccionado con cautela.” ¿Alabanza o reconocimiento de sus intereses?

ABC. Aparte de lindezas como éstas: “Pronto y mal ha decaído el 15-M si ésos que juegan al ratón y el gato por Madrid con una Policía maniatada por sus mandos son los indignados de guardia que no se han ido de vacaciones....”
“Todos sabemos cómo acaban las democracias cuando se tiene la obsesión de adjetivarlas demasiado: democracia orgánica, democracias populares, democracia real…”,  está la guinda del pastel: http://www.abc.es/20110806/madrid/abcp-atracadores-infiltrados-20110806.html

Lo mínimo una de cal y otra de arena, Público. Podría seguir con La Razón, Telemadrid, Intereconomía pero eso sería puro masoquismo. Además es muy aburrido.

El caso es que empecé el post porque quería revivir la emoción de la noche de ayer y el pobre casi se ha convertido en un panfleto. No importa, lo dejo así, para tenerlo a mano.

3 de agosto de 2011

Lo peor que le puede pasar a una película mala es que además sea pretenciosa


He comenzado a publicar críticas de cine en Film Affinity, una página de críticos aficionados. Ésta es la de American History X, la película que vi anoche.




La última película que me puso de mal humor fue La verdad de Soraya M. Con American History X he sentido una frustración similar. Sus fallos y su fracasada intención de denuncia son muy similares.

Manipuladora, blanda a pesar de su tema violento, engañosa, predecible, sin ápice de credibilidad y pretenciosa. Haciendo un esfuerzo podría salvar  parte de la fotografía en blanco y negro, pero para ver fotos me voy a una exposición. Por cierto, esos cambios del color al blanco y negro: ¿falta de confianza en la capacidad del espectador para entender la historia? ¿ intento de lucimiento o de progresía cinematográfica?



Pretenciosa porque intenta educar, trata de denunciar, se las da de sociológica... y no lo consigue. Un ejemplo: las palabras de Lincoln: ¿resumen de lo que nos ha querido decir por si no quedaba todo claro? ¿otro intento de lucimiento, de desconfianza a nuestro intelecto? Y para colmo la voz va acompañada por la más que vista fotografía colorista y poética.



Manipuladora. No permite que el  espectador se pregunte, piense, ni siquiera que busque respuestas a las que supuestamente podría hacer (que no hace) la película. Todo lo da hecho, el espectador es para el director un ente pasivo. La música ni acompaña ni aporta, avisa cuándo se debe sentir tristeza, temor, melancolía, forma parte de la manipulación.

 

Patética en su blandura: la madre enferma, la hermanita pequeña, el gordo descerebrado, la novia tan descerebrada como su compañero e histérica perdida, el buensimpáticogracioso negrito y el cínicoinfantil jefe de la banda serían quizá soportables mientras nos comemos unas palomitas si AHX se limitara a ser sólo una mala película.



Engañosa. Qué nos quiere decir, ¿que todos somos malos? ¿que todos somos buenos? ¿que todos los problemas proceden de unas advertencias paternas? Sea lo que sea no lo desarrolla, no busca seriamente posibles causas, conflictos personales; tampoco posibilita que haya una reflexión por parte del espectador fuera de lo ya sabido y repetido acerca del nazismo, racismo, etc., ni que éste se sienta cuestionado por algún detalle aplicable a problemáticas más personales.



Predecible. Imposible no serlo con esos personajes manidos y con ese guión. Intenta despistar al final con la llegada del policía y el “maravilloso” profesor (negro, no faltaba más) buscando a Derek, pero, además de que la intervención es absurda, llega tarde, es un postizo.



Sin credibilidad. Derek pasa sin saber cómo de ser un joven sin opinión a ser un violento, y de su extrema violencia a la transformación -se supone que por su experiencia “única” en la cárcel y su encuentro con el negrito gracioso- en un ángel, sin preguntas, sin reflexión, sin altibajos. Su hermano va más de prisa aún, cambia en una noche mientras se fuma un cigarro. No hay matices ni en los personajes ni en el guión ni en la música; una planicie pampeana …



Los actores no pueden con sus papeles porque también son predecibles, engañosos, patéticos y sin credibilidad, excepto Fairuza Balk, malísima en el papel de novia del protagonista, que ni siquiera tiene esa disculpa.


Hasta aquí la crítica. Van unas cuantas fotos, lo más pasable que tiene la película, el director se encargó también de la dirección de fotografía, trabaja en publicidad.









2 de agosto de 2011

Ya no viajo



Vila-Matas en Lejos de Veracruz
“La mejor manera de viajar es sentir”
Por eso ya no viajo. Siento cuando mis lechugas han perdido todas sus hojas comidas por los malditos conejos, siento cuando Thalos, mi nuevo perro, me da los buenos días con un abrazo que hace que me tambalee peligrosamente, siento cuando aparecen nuevas plántulas de mis coles en el semillero, siento cuando veo el poster de Casablanca junto a mi mesa de trabajo, siento cuando mi chico me llama desde un punto perdido de la Tramontana mallorquina, siento cuando observo, algo perpleja, mi vida anterior y presente.


“Mi empeño idiota en que mi obra maestra fuera mi propia vida”

Perpleja. Hubo una época en que mi empeño era el mismo del protagonista de la novela, Enrique. Y no sé qué pensar. Si no hubiera existido ese empeño ¿habría sido mi vida más parecida a la de Antonio, el hermano del protagonista?


“Incapaz mi hermano de resistir por más tiempo la angustia que le producía, tal como me dijo días antes del suicidio, su vida sin relieve y sepultada antes de nacer: esa vida con todos sus días que se escapan y se acumulan uno igual a otro formando los años, los decenios, la vida tan vacía.”

Creo que, en lo más íntimo de su ser, Enrique envidia al Antonio imaginativo que escribe libros de viajes sin moverse de casa, sin haber viajado más que con su imaginación, envidia su vida sedentaria y reglada y Antonio echa de menos la vida sin razón de su hermano. De hecho Antonio se suicida y Enrique acaba teniendo como único fin escribir un libro repleto de desencanto.

Quizá son la misma persona, dos partes desiguales que se muestran resentidas, compiten, pelean, no se entienden, pero no tienen existencia posible separados a no ser que una absorba a la otra y entonces es el final o la caída en un supervivencia gris. 





18 de mayo de 2011

Morir es...

 Morir es retirarse, hacerse a un lado,
ocultarse un momento, estarse quieto,
pasar el aire de una orilla a nado
y estar en todas partes en secreto.

Morir es olvidar, ser olvidado,
refugiarse desnudo en el discreto
calor de Dios, y en su cerrado
puño, crecer igual que un feto.

Morir es encenderse bocabajo
hacia el humo y el hueso y la caliza
y hacerse tierra y tierra con trabajo.

Apagarse es morir, lento y aprisa,
tomar la eternidad como a destajo
y repartir el alma en la ceniza


Jaime Sabines

Mismidad. Un poema


Cuídate
pero cuídate bien
de los sacerdotes
de los abstemios
de los célibes
de los no fumadores

no dejes que te apunten en listas
que te aparten del dolor
no les permitas encender la luz de tu alcoba
no dejes que sepan que debajo de las sábanas
             de la melancolía
                       no tienes ropa

mantén tu espíritu lejos de sus verdades
condescendientes
nunca olvides lo terrible que es esto de vivir
no te dejes alcanzar por sus manos blancas sin olor
recuerda que unos dedos vacíos de caricias
pueden ser los dedos de tu tumba

que nadie te quite un cigarro de la boca
ni una cerveza de la mano
ni el sexo de la cama
ni la sangre de las venas
ni la sonrisa de los labios

aléjate de los vendedores de seguros
de los cirujanos
           de los banqueros

no hay amor en bonos
ni se puede hipotecar la soledad

quédate en el bando de tu cuerpo
con tus uñas sucias
                     tu riñón doloroso
un cuchillo de aire en tu vientre
es peor que cualquier enfermedad

mantén una silla cerca de los borrachos
de los herejes
           de los apátridas

tómate tiempo para entender
que ciertas carencias no implican desventajas

no te acostumbres a la frustración
                                            ni a la fatiga
no hagas una rutina de maldecir a los impuestos
                      al gobierno
                                a la suerte
                                o al
          abandono

enfrenta las mentiras
largamente repetidas
con orgullo
           con la lengua afilada
lánzate al toro con toda tu sangre
y si resiste
         (resistirá
                    mucho tiempo
                               muchas venas vacías)
prepara una nueva
                      otra última
                                y mortal embestida


Des-órdenes
Conrado García


Estás aquí


- Courbet, el sueño. Me gusta muchísimo. La sensación de laxitud, de descanso después del placer, de felicidad tranquila, la piel de una de las mujeres casi transparente, los cabellos esparcidos sobre la almohada...



- Sí recuerdo haberlo disfrutado. Aunque, quizás, hace demasiados años como para recordar los detalles que tan vivamente describes, salvo la sensación de descanso tranquilo de ambas mujeres que, en cierta forma, indica una previa intensa agitación.


- Tan irracional es tu miedo al avión como el mío a lanzarme al vacío, y no hablo de hacer puenting ni saltar las cataratas del Niágara, hablo de tirarme a una piscina desde el borde o a un río desde una roca. Lo que, al menos aparentemente, se contradice con mi afición a la montaña.

-Mala suerte, no sólo tengo miedo al avión: comparto tu miedo al lanzamiento al vacío. Las escaleras de las piscinas las pusieron para gente como yo. Y en casi todas las pozas de la sierra hay piedras convenientemente situadas para que me pueda introducir en ellas (en las pozas, no en las piedras, que normalmente no se dejan introducir, en todo caso se introducen ellas en las tiernas carnecitas de sus viandantes).


-¿Cómo explicar las emociones, incluso el dolor casi físico, que me provoca en general toda la obra de Shostakovich? ¿Hay forma de trasladar esa experiencia, absolutamente subjetiva, a otro que no la tenga, a su vez, espontáneamente?

-Shostakovich. Le he oído muy poco. Recuerdo que escuché algo suyo en el auditorio una vez y me gustó, pero ni siquiera sé qué obra fue. Me despiertas la curiosidad. Mañana mismo. Tengo una sonata para violonchelo y alguna sinfonía.


-Conozco parejas en las que el hombre está controlado, a veces férreamente, por la esposa (buen nombre, ahora que caigo). Tal vez la diferencia es que este control es más sutil, se ve menos, está bañado de un supuesto cariño, protección o aparente dependencia, y casi siempre oculta un chantaje afectivo.
Hemos tenido no sólo discrepancias, también serios problemas que han estado a punto de dar al traste con nuestra relación, pero que una vez superados siempre han contribuido a que ésta crezca y podamos seguir haciéndola interesante y merecedora de existir. Hace muchísimos años que no creo en parejas sin problemas, conozco algunas que lo afirman, pero en ellas lo que veo es grisura, falta de vida.

-Es difícil creer en las parejas sin problemas. En las parejas o en cualquier otra forma de convivencia; tanto más íntima y cercana, tanto más difícil. Las hay, claro. La cuestión está en el precio a pagar. Grisura y falta de vida, dices, y efectivamente esas son dos de las monedas frecuentes en la transacción. Sobre todo si consideras elementos de la falta de vida la apatía, la indiferencia, la rutina, el mero interés, la ruindad, incluso la total ausencia de cariño.


-Somos ambiguos, incoherentes, complejos, y nos empeñamos en cuadricularnos para poder vivir tranquilos y con unos buenos agarres que nos impidan perder el equilibrio. Todo esto a partir de la visión de La mitad del cielo. Podría haber sido otra película, pero fue esa. El personaje de Rosa, la protagonista. La importancia de lo sutil por encima de lo obvio. De qué manera artistas como Tarkovski, Musil, ¿Bergman?, los expresionistas, se observan y caminan a lo largo de su obra sin intentar enseñar nada ni llevar a cabo un proyecto, sólo caminando, sin destino prefijado, lo contrario tal vez sería Bretch. Nosotros nos nutrimos de una parte de esa experiencia pero llevándola por nuestra propia senda que no tiene por qué coincidir con la del artista.

-Mencionas a Bergman, si bien entre interrogaciones, como posible ejemplo de sutileza y estoy de acuerdo contigo. No estoy tan de acuerdo con que sólo camine, sin proyecto, sin destino. Sí en los otros ejemplos. Pero Bergman, aún siendo un prototipo de nueva experiencia que transforma las anteriores, sus últimas películas aparentando acercarse a sus personajes en sí mismos y no transidos por la angustia del exterior, no deja por ello, primero manifiestamente, más sutilmente después, de intentar, a lo largo de toda su obra, sustraerse a sus propios fantasmas proyectándolos sobre personajes que, en muchas ocasiones, parecen no tener otra función que recibir tales fantasmas. Siempre la angustia, siempre el silencio, siempre la agonía, siempre la nada, precisamente para quien siente la necesidad de tener fe, fe en lo que sea. Las brumas nórdicas (Kierkegaard, Scheler) persiguen al autor y a su sombra, sus personajes, hasta en los momentos más luminosos y polícromos.


-No recuerdo quién decía que “Otelo no estaba celoso porque Desdémona fuera bella sino porque él era negro”. Más allá de si Otelo era negro o no (Shakespeare sólo lo describe como “Moro al servicio del Dux de Venecia”, que nada indica sobre el color de su piel), los celos parten de un sentimiento derivado de la comparación. Pero, Victoria, de una comparación en la que el afectado, ya de partida, se siente a sí mismo devaluado frente al que considera su oponente. Podría no haber pañuelo, podría no haber Cassio, podría no haber nada... El resultado sería idéntico. Tarde o temprano aparecería algo o alguien que obligara a la comparación. Salvo, claro está, que se afronte la realidad y Otelo sea capaz de decirse a sí mismo: “Mi color es hermoso”, “Yo soy hermoso” y “Tanto como cualquier otro, merezco a Desdémona y Desdémona me merece”. Independientemente de la época de la vida. Naturalmente, merecer a Desdémona no significa poseer a Desdémona. Merecer ser de Desdémona no significa ser poseído por Desdémona. Sólo desde la libertad de cada elemento se puede alcanzar la libertad del conjunto. La ausencia de esa libertad no sería merecimiento sino posesión.

-Los celos y la comparación ¿surgen siempre que se ejercita la libertad? No sé si necesariamente. Conozco personas (poquísimas, eso sí) que tienen el sentido de la libertad tan asumido y que dan a su vida íntima, propia, a la que les pertenece sólo a ellos, un valor tan grande que les lleva a situarse por encima de comparaciones y celos. Para mí es una incógnita el cómo se puede alcanzar ese estado de gracia, y creo que lo será siempre. Yo me lo tengo que ganar con el sudor de mi frente.


-Con esta amistad tan mágica como de momentos mágicos,
Un beso y todos los recuerdos.

-Gracias, Conrado

29 de abril de 2011

Gedrez, treinta años después




Podría decir que el fin de semana pasado viví fuera del tiempo, así me sentí en algún instante de esos dos días, sumergida en un mundo, un ambiente y un lugar que creí  perteneciente a otra época, a otra yo lejana y diferente. Pero no, ahora tras haber regresado a mi casa, a mi vida de todos los días, mi gente, mis libros, mi huerta y asimilado tanta emoción veo que el Tiempo está dentro de mí, y que lo que viví hace treinta años permanece no sólo porque ha participado en lo que soy ahora sino porque ha permanecido ahí sigiloso, escondido, en parte por mi propia voluntad. 

Esos dos años fundamentales de mi vida retornaron primero despacio, al reconocer sentimentalmente los paisajes de Cerredo, Degaña, Larón, Rengos y fueron aproximándose aún lentamente cuando nos acercamos a ver la escuela, deshabitada, cerrada porque ya sólo hay cinco o seis niños en el pueblo, fueron más evidentes al cruzarnos con Carlos, de Casa Marrón, cuando nos dijo que se acordaba mucho de nosotros con unos ojos que eran los mismos de entonces y una mirada tímida, también la misma de aquellos sábados en casa, junto a Segundo y Mario, en los que escuchaba y hablaba poco, lo que no impidió que su presencia se palpara entonces y ahora en el recuerdo, y se colmaron de emoción en el momento en que entré en casa de Luis y Nieves y les abracé y vi a Jose, nuestro Josín y después, más tarde a Toño y vi también cómo se me saltaban las lágrimas y ahí me di cuenta de que estaba rescatando de los recuerdos, gastados por el tiempo, la vivencia de aquellos años de mi vida.


La comida con Azucena, sus padres y sus amigos Noe, Jaime, María… fueron un intermedio de relajación y disfrute que continuó mientras ayudamos a Jaime a que nuestras fotos, tantas veces vistas en las paredes de nuestra casa, en los álbumes, fueran ocupando su sitio en Casa Funsiquin, para la exposición en la que revivían los rostros de hace treinta años de alumnos, vecinos, amigos.
Hacia las seis el local comenzó a llenarse, yo andaba algo despistada entre grupos de jóvenes que no conocía cuando oí: “mira, es papá”. Ese papá era Mario, uno de los alumnos de Alberto, y ahí comenzó un encuentro continuado durante toda la tarde con el pasado que era también el hoy, el ahora. Me fue invadiendo la emoción según íbamos encontrándonos con los rostros de alumnos de Alberto, las palabras, los gestos recuperados de los vecinos, de los amigos con los que compartíamos unas botellas de vino algunas tardes o con los que nos juntábamos los fines de semana en la terraza que acristalamos y en la que Ríos nos instaló una chimenea que ya no existe. Y ahí el resto de mi mundo desapareció, estaba en Gedrez, habían pasado treinta años pero ese lapso de tiempo se estrechaba hasta unir aquellos dos años con el presente.

Las anécdotas que contaban hicieron que los recuerdos perdidos durante todos estos años aparecieran de nuevo. Carlos y Esther que vivían frente a la escuela y que me proporcionaban las berzas que tanto echo de menos en estas tierras de secano, Mari Carmen, tan guapa como treinta años atrás, con Luciano, su hijo, del que yo apenas recordaba nada más que la foto en la que toda la familia posó junto a su tractor y que derrochaba afecto, simpatía y vitalidad.  La vitalidad de los que han optado por permanecer en el pueblo y que en las palabras y los ojos de Laureano y María José brotaba con un entusiasmo contagioso.
Y en esto apareció Higinio al que reconocí rápidamente, y después Segundo al que recordaba leyendo sentado en el colchón que servía de sofá. Y Sumil, sin su melena, con el pelo y la barba canosos pero resuelto y charlatán, seguro y radical como yo le recordaba.

Y recordé tantas cosas… Mis recorridos por los hayedos, la cerveza o el zumo que me tomaba en Gravelón cuando volvía de caminar, el día que paseé sola por el Canielles, los días que bajaba de Piedrafita y entraba un ratito a conversar con la pareja que vivía -y vive- frente al cementerio, los retratos que hice desde Monasterio hasta Cangas, cargada con mi equipo y las fotos de Mario y de Lucía que llevaba como muestra, el segundo año de nuestra estancia en Gedrez cuando la monotonía comenzó a amenazarme. 

A nuestro ánimo se le olvida con frecuencia que lo vivido forma parte indisoluble de nosotros, lo sabemos teóricamente pero a veces lo olvidamos o incluso renegamos de ello.

María José y Clara, encontraron algunas fotografías de Gedrez que Alberto tenía en su página web y contactaron con él, el testigo lo recogió Azucena, favorecedora de todo este raudal de emociones y disfrutes. Gracias a ella hemos regresado a Gedrez y a dos de los años más intensos e importantes de mi vida.

Fue estupendo poder disfrutar de la simpatía y la sonrisa de Noe, de los platos exquisitos (¡ay las crepes Suzette!) de Raúl, de las conversaciones con Segundo y Maite, con Sumill, con Pepe y Leonor. Volveremos.