12 de enero de 2009

Adiós, Andy





Andy llegó a casa a sustituir a Katia y a Curri que habían desaparecido y a los que ya no pensábamos poder recuperar.

Hace diez años, estábamos en Dhaka, mi hijo Mario nos escribió contándonos que cuando se había levantado por la mañana los perros se habían ido. Los buscó, avisó a los vecinos... Cinco días después nuestro vecino Ignacio le ofrecía un pastor alemán de ocho meses y de nombre Aussi, aceptamos y Guillermo, desde Cork, enamorado durante mucho tiempo de Andy Warhol, propuso el nombre: “Si es perro Andy, si es perra… Andy también. Andy mola ¿a que sí? Andy, Andy, ven aquí, Andy”. Guillermo le decía a Mario que le fuera proyectando a Andy las películas de Warhol, que seguro fliparía en colores. Quince días después de la desaparición de Katia y Curri, con Mario aún como único habitante de El Chorrillo, Guillermo en Cork y nosotros con Lucía y Quique en Pokhara camino de un trekking por el Annapurna, Andy llegaba a nuestra casa. “Hoy hay una nueva inquilina en El Chorrillo, Andy llegó para cumplir sus próximos años con nosotros. No es Aussi, es una perrita algo más mayor que se llamaba Magui” escribía Mario.

Dos días después Katia y Curri volvían a casa tras una historia de película. Habían entrado en un chalet de un pueblo de la provincia de Toledo, los dueños no se atrevían a salir de casa, llamaron a la policía municipal y finalmente fue un vecino del pueblo el que con sus buenas mañas consiguió sacarles de allí.

Gaza ladra a alguien que pasa por delante de la cancela, Curri dormita al sol. Andy permanece tumbada, acurrucada sobre sus patas inmóviles. Sólo la mitad de su cuerpo parece medianamente vivo. No se puede mover. Le llevo agua y al intentar hacer un hueco entre sus patas para colocar el taper que he llenado momentos antes para ella, esa mitad aún viva de su cuerpo cae bruscamente sobre el suelo. Sólo bebe y bebe. Mañana el veterinario le pondrá una inyección junto al agujero cavado en la parcela y después la instalaremos ahí y la cubriremos, como hicimos con Lola y con Katia. El plátano que plantamos sobre Lola tiene ya un tronco grueso, es alto, sano, su sombra cubre una buena parte de la parcela; el que pusimos sobre la tumba de Katia murió a los pocos días. León debió de morir en alguna de sus escapadas de casa, siempre volvía magullado por los arañazos que se hacía al saltar la valla y un día no regresó.


Adiós, Andy