24 de julio de 2007

Gorjeos de adolescentes


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Swakopmund, 23 de julio






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La verdad es que hay ocasiones en que me alegro de no dominar el inglés. Pasan delante de nuestra puerta (una habitación acristalada que da a un patio-aparcamiento de suelo de grava en un hotel de los denominados backpaker) jovencitas masticando su vocabulario inglés -aquí también su sonido parece provenir de comedoras de chicle- dirigiéndose unas a otras con alegría, corrección y sonrisa permanente made in travel. Esta gente que viaja es endiabladamente feliz, o eso aparenta al menos. Y también son tremendamente educados a la hora de dirigirse al viajero con el que se cruzan: hello, hy, morning... con un acento cantarín de vecino de youth hostel. Otra cosa es cuando se sientan en la mesa común a desayunar: restos de mantequilla, de mermelada, gotas de café, cuchillos pringosos junto a la jarra de leche ¿quién les limpiará los restos de comida en su casa? Llegan todas (o todos y todas) juntas en un camión adventure tours. Se bajan gorjeando como una bandada de pajaritos. Llevan guía, cocinero; cada mañana saldrán gorjeando hacia el trocito de desierto que toca ¿termiteros? ¿aves? ¿dunas? más la posibilidad del quad, el.... traduzcamos, mi memoria no retiene tanto término deportivo, muévete a vela por el desierto, lánzate en patín desde lo alto de las dunas, esquía en la arena, súbete diez minutos a una tabla de surfing. Turismo de élite porque estas jovencitas no tienen aún edad de sacarse las pelas por sí mismas (salvo una o dos todas son blancas como la leche), así que tienen que estar subvencionadas por los papis.
No saquemos conclusiones precipitadas: no me caen mal salvo cuando se me llena la mano de mermelada al coger el cuchillo para untar mi tostada de mantequilla (o de mantequilla al ir a ponerme mermelada o...), por el contrario, da gusto verlas y además me recuerdan a mis secundarios. En realidad son como ellos, cuando llega la noche y se han acabado las actividades del día se meten en la sala y ven la tele o se pasean de un lado a otro con cara de despiste.


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¿Y por qué cuento todo esto? Pues no sé, porque yo había entrado en mi habitación acristalada con la intención de continuar estudiando mi historia de África; ando por la época inmediatamente anterior a la colonización, cuando en estos lugares de adventure tours todo se estaba preparando para que los alemanes se establecieran, eliminaran a dos tercios de los hereros, uno de los grupos importantes que habitaban -y habitan- lo que ahora es Namibia y para que, más adelante, los sudafricanos impusieran el apartheid creando reservas que comprendían el cuarenta por ciento de la tierra y dejando el sesenta por ciento restante para los blancos, aproximadamente el diez por ciento de la población total, afrikaners mayoritariamente (hagamos un inciso: afrikaners cuyos antepasados habían sido masacrados en campos de concentración por los ingleses; se podrían intercambiar términos, nombres y daría lo mismo), blancos que crearon nuevos medios de producción y desarrollaron la economía del país.
Hace sólo diecisiete años que Namibia es independiente; pronto para que los adolescentes del adventure tours no sean casi todos blancos en un país de casi todos negros, o para que los empleados del hotel sean negros ylos dueños blancos.
Pero debería huir de principios establecidos y ser lo más objetiva posible al tener en cuenta tanto el que a la población blanca haya que reconocerla lo positivo de algunas de sus intervenciones en estos países, como otros factores, sea el primitivismo implícito en muchas facetas de la vida de la población negra, las bases culturales muy o completamente diferentes de ambos grupos, la lucha de los negros por conseguir una igualdad ante la ley y, sin justificar el daño provocado por los europeos y sus descendientes, tener en cuenta la existencia de múltiples variables que influyen en el mayor o menor desarrollo de los pueblos, porque tanto para bien como para mal, seguimos viendo el mundo desde nuestra preeminencia cultural.




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Ejemplos que me vienen a la memoria, pues cómo Eduardo Galeano arremetía en Las venas abiertas de América Latina contra la tasa elevada de natalidad como causa del subdesarrollo, no es un problema de superpoblación, sino de reparto, decía;o la actitud indolente de muchos de los indios bolivianos; o la rapidez con que una parte de la población autóctona del centro de África ha pasado de un primitivismo estatal a una sociedad participativa, saltándose una revolución francesa, o a una sociedad tecnológica omitiendo los cambios económicos que se dieron en Europa en el siglo XVI o con la revolución industrial por ejemplo.




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Y ahora me doy cuenta de que hace rato que los gorjeos de las adolescentes del adventure travel ya no se oyen y que lo que suena ahora es el viento, un viento propio del desierto de dunas doradas, suaves, onduladas, eróticas, ocultadoras de pequeños tesoros que a dos kilómetros de Swakopmund se extienden hasta unirse con la arena de la playa, arena oscura, compacta y liberadora de otros pequeños tesoros que provienen del mar. Dorado y oscuro, como la piel de los adolescentes de Namibia.




18 de julio de 2007

Da miedo

Cudad del Cabo, 18 de julio


Ciudad del Cabo desde la Table Mountain


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Mañana marcho de Sudáfrica y lo hago sin tener una idea clara de la situación social de este país.
Los blancos y los negros mantienen una separación bastante clara entre ellos y, con la excepción de Ciudad del Cabo, donde parece existir una clase media negra más abundante, hay grandes diferencias económicas y sociales entre ambos.
Parece un país austero, no hay grandes superficies comerciales, ni llamativos centros de ocio, pero el tipo de vida se parece bastante, al menos entre la población blanca, al occidental. Sin embargo el precio de las cosas más necesarias es mucho más bajo que en occidente.
Puede que la influencia protestante y más en concreto la calvinista hayan tenido su parte en la austeridad a la que hacía referencia antes. Y hablando de religión... hace un momento, por debajo de nuestra ventana, pasaba una manifestación de hombres y mujeres musulmanes (estas últimas con pañuelo, pero vestidas al estilo occidental) que portaban carteles contra las drogas, el alcohol, pidiendo la legalización de la pena de muerte y una pancarta que decía "África musulmana". ¿Es posible que el radicalismo se esté extendiendo hasta estos países que no han tenido una historia reciente marcada por el Islam?
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Da miedo. Las personas seguimos con nuestra vida habitual, comentando estas cosas mientras nos tomamos un café tranquilamente y de repente todo cambia: un golpe de estado inicia una guerra civil, Estados Unidos bombardea Irak, los servios y los bosnios que vivían apaciblemente puerta con puerta se matan entre ellos. Así la perplejidad que sentí ante la violencia cotidiana en la guerra de los Balcanes recordando mi viaje por esa península no muchos años antes. ¿Qué es lo que sucede dentro de nosotros?
En dos días nos transformamos, dejamos de ser los vecinos que cruzábamos un saludo al entrar en el supermercado, que hacíamos cola uno junto a otro para ver una película o un partido de fútbol.

Ciudad del Cabo

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Tal vez nos han dado los medios, las razones para que estallen en nosotros los rencores, los desequilibrios, la falta de paz que andaban agazapados en nuestro interior cuando nos creíamos que nuestra vida era la adecuada, la que nosotros queríamos; en el fondo está la carencia de la lucha por una existencia propia, íntimamente nuestra, satisfactoria en el sentido de superación personal. Ya, ya sé que hay problemas sociales, de desigualdades, de injusticias... pero no creo que las personas que pedían la pena de muerte y la instauración de un África musulmana partan de ese convencimiento, más bien es un conocimiento superficial (el juicio consciente es otra cosa y tiene diferentes consecuencias) de la existencia de esas injusticias el que adoba las razones personales de igual modo que sucede en nuestro país a las personas que rechazan de plano a los inmigrantes y así a estos conciudadanos nuestros no les preocupa en el fondo la supuesta injusticia que comete el Estado permitiendo que los extraños compartan los beneficios del propio país, su problema es un problema personal, de planteamiento de su propia vida. El mundo no cambia si las personas que habitamos en él no lo hacemos. La satisfacción íntima con el camino que vamos trazando en nuestra propia vida ayudaría en mucho a la tolerancia, la comprensión y el respeto a las opciones de los otros. Y hay innumerables veces que esa satisfacción no es más que un espejismo inconsistente que puede esfumarse con suma facilidad.

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Hace menos de dos décadas que éste país consiguió borrar de la legislación la inhumana situación de una mayoría de la población, ahora, antes de que esa desigualdad haya podido desaparecer significativamente de la vida diaria de sus habitantes ya hay otros defendiendo la supremacía de una parte sobre otra. Realmente aprendemos muy poco.

Simbiosis

Ciudad del Cabo, 17 de julio



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Esta pintura de Cecil Todd captó mi atención nada más entrar en la National Gallery de Ciudad del Cabo. Provocó en mí un sentimiento de ternura, puede que ante alguien muy lejano, alguien fuera del mundo cotidiano en el que vivimos, alguien que está tranquilo con su propia compañía pero precisa también del otro, del débil.

12 de julio de 2007

La voz de los ancestros

Plettenberg Bay, 12 de julio



Plettemberg Bay


Días sumamente tranquilos estos que pasamos en Plettenberg Bay, una pequeña ciudad de vacaciones de playa. Es invierno y hace viento, fresco, llueve un poco. Muchos restaurantes, tiendas de deporte, cafés, supermercados.
Sudáfrica no tiene nada que ver con la idea que tenemos de África en occidente. Partimos casi siempre de una visión del continente como una entidad de una misma cultura, raza, historia, arte, costumbres... lo que no nos sucede con el resto del mundo: tenemos claro que los chinos, los indios, los iraníes comparten raíces pero son diferentes física y culturalmente, que la historia de Finlandia ha corrido unos caminos diversos a la de España, que hay una pintura flamenca y otra italiana, un cine sueco y un cine francés, etc. Se nos olvida que África es extensa, que sus regiones han estado aisladas durante mucho tiempo y que fueron colonizadas por países que llevaron una política distinta unos de otros siendo por tanto su influencia también diferente... en fin, una visión un tanto simple la nuestra.
Cuando volví de Malí y Senegal alababa la belleza de los habitantes de estos países, esos negros fuertes, robustos, pero de facciones dulces y agradables. En Sudáfrica es otra cosa, su rostro y su cuerpo son menos reveladores, transmiten menos fuerza. La alegría, el ritmo que desbordaban los niños y las mujeres y hombres de toda edad en Malí y en Senegal no existen aquí en el mismo grado.



Birago Diop, poeta de Senegal:

Escucha con más frecuencia
las cosas que a los seres.
La voz del fuego se escucha,
escucha la voz del agua.
Escucha en el viento
al zarzal sollozando:
es el aliento de los ancestros.
(fragmento de Souffles)

Los ancestros, los muertos, que dice Diop: Los que han muerto nunca se marcharon; los muertos no están muertos.
Perviven en nosotros a través de los actos cotidianos, de sus enseñanzas, de sus influencias, de la historia.


A nivel colectivo. En el caso de África la evolución de su población indígena ha sido brusca y cercana en el tiempo. Su arte, su poesía está impregnada de un pasado ancestral pero también del ayer más cercano, un ayer duro, muy duro, como tantas veces en tantos países sometidos al primer mundo.




A nivel personal. Yo también tengo mis muertos, mis ancestros. Aquellos que tienen nombre propio y los que viven en mi interior. Estos son los más difíciles de escuchar porque apenas puede intervenir en ello la razón y el propósito. Tampoco es fácil rehacer su historia. Los hay agradables y los hay molestos, pero cuando se hacen presentes un hálito de ternura los acoge, al fin y al cabo somos nosotros mismos. Forman un revoltijo que sólo se aclara un poco cuando se escucha la voz del fuego, la voz del agua, el sollozo del zarzal, voces todas ellas muy tenues a las que hay que atender en la quietud, mientras se mira a las musarañas.


7 de julio de 2007

Coetze: Desgracia


Canaima, Venezuela


La individualidad, el derecho y la imperiosa necesidad del ser humano de vivir de acuerdo a sus deseos, necesidades vitales, búsqueda del enriquecimiento personal; no un enriquecimiento que pueda ser admitido o no socialmente, se trata de algo mucho más real para la persona, real porque se siente con una plenitud que es dolorosa en muchas ocasiones pero también satisfactoria por cuanto lleva a un sentimiento de fuerza, de vida plena, elección que no tiene marcha atrás porque instintivamente se sabe de la decepción que llegaría por la vía de la tranquilidad, de la ausencia de riesgo y de retos.


David y sus deseos, su relación con el sexo fuera de lo que la socieddad considera adecuado a su edad y la tozudez de Lucy, personaje mucho más radical que David, a continuar pese a todo en la granja son ejemplos de una elección por encima de la comodidad, la defensa contra el riesgo y lo socialmente aceptado.


Junto a su historia la diferencia entre el estatus económico y social de blancos y negros en la vida diaria, aún después de desaparecido el apartheid. Parecería que una razón del acto más violento que se relata en la novela podría ser el odio acumulado por generaciones de seres marginados, maltratados y explotados.


Hacia Durban


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Johannesburgo - Durban, 6 de julio

El paisaje entre Johannesburgo y Harrysmith, en el camino de Durban me recuerdan a Lihue Calel, en la Pampa argentina. Inmensas superficies pajizas salpicadas por algunos eucaliptos y lomas de perfiles elegantes y suaves. El cielo limpio, sólo surcado por algunas nubes que a veces forman hileras surgidas del horizonte como señales de humo.
Empiezo, tímidamente, a sentirme dentro del viaje. Hasta ahora, el ambiente relajado, los cuatro días de descanso en el hotel de Johannesburgo, el nivel de vida mayor que el del resto de África no me permitieron redescubrir esas sensaciones que se crean durante un viaje a partir de lo nuevo, lo particular, lo diferente.
Estoy muy tranquila, la noción de tiempo casi ha desaparecido, son el estómago, el sueño los que avisan del paso de las horas.
La altura de las lomas va siendo mayor, y los árboles comienzan a formar pequeños bosquecillos . A lo largo de la carretera una cinta de tierra quemada protege los campos segados. La primera ciudad: dos hombres negros marchan de espaldas a la carretera por un camino que atraviesa el bosque, parecen sacados de una novela que se desarrollase en los campos de Nueva Orleans.
Pero no todo es tan pacífico. Asociaciones privadas contra los transgresores de la ley se anuncian a la entrada de algunos pueblos. También recomendaciones y avisos contra el crimen en los sitios públicos. Andar por el centro de Johannesburgo puede convertirte fácilmente en víctima del ladrón correspondiente con mayor o menor violencia según tu reacción y el tipo de sujeto con el que te encuentres. No llevar macutos, no llevar más que el dinero imprescindible, no salir de noche, alejarse de los grupos de negros (¡si el setenta por ciento por lo menos lo es!) son las recomendaciones que te dan guías y personas del lugar. Dicen que Johannesburgo es la ciudad más peligrosa de África.


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Y llegamos a Durban y... pero esto pertenece al capítulo siguiente. El sueño y el cansancio después de doce horas de autobús llaman a la puerta (¿o es alguien que quiere entrar en nuestra humildísima habitación de esta noche?).

Soweto

Soweto

El recorrido de hoy por el Museo del Apartheid me recordó el que hace varios años me llenó de emoción en Auschwitz. Otro museo del horror generado por la arrogancia de un grupo frente a otros. Se podría hacer un larga lista de situaciones similares a lo largo de la historia. Los holandeses llegan a la costa del sur de África, después desembarcan los ingleses: guerra entre ambos que termina con la victoria inglesa -en sus campos de concentración mueren más de 26000 personas contando sólo a mujeres y niños- y la emigración holandesa hacia el interior. Así aparecen los boers, granjeros en las tierras de la población indígena. Y así comienza lo que se llamará políticamente apartheid system. Así de simple. Y entre su nacimiento y su desaparición con el gobierno de De Klerk y la liberación de Mandela más del sesenta por ciento de la población sudafricana fue explotada, arrinconada en los homelands, marginada, torturada y asesinada.


Los rostros de estos hombres y mujeres que lucharon porque su dignidad saliera a la luz y fuera reconocida como la de cualquier ser humano se suceden en las fotografías, los vídeos, los recortes de prensa de este museo y continúan en el dedicado a Héctor Pieterson. La imagen del adolescente de trece años muerto por los disparos de la policía se depositó en un hueco de mi cerebro junto al retrato de otra adolescente realizado en el momento de ser fichada al entrar en el campo de concentración de Auschwitz; junto a sus ojos grandes, oscuros, llenos de una mezcla de perplejidad, temor y tristeza y el traje a rayas sobre el que figuraba el número que sustituiría su nombre a partir de ese momento.
No son los únicos, sólo hay que abrir las páginas de un periódico para saberlo, y añadir aquellos que por no estar de actualidad para occidente ni siquiera aparecen en la prensa.


Hoy, en Soweto, queda una fila de casas adosadas que sirvieron como hospedaje cuando la necesidad de trabajadores negros aumentó, hay casas de clase media y prefabricados con las calles de tierra; también una Casa de Mandela donde se puede pagar con tarjeta de crédito tanto la entrada como los recuerdos (gorras, collares, camisetas, postales... etc. etc.) que se venden en la trastienda.

Soweto
No sé por qué me fui con la impresión de que cuando terminara la visita turística la mujer seca, de voz monótona que explicaba el origen de cada objeto, se haría la cena en la cocina de Winnie y Nelson y se acostaría en la cama de la pareja hasta que al día siguiente adecentara de nuevo la vivienda para recibir a los primeros clientes.